El súper juicio
He seguido en vivo y en directo, desde la elegante Audiencia provincial, la más alta ocasión que vieron los siglos, judicialmente hablando, como es el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco.
Dado que soy un escéptico en casi todo, me aplico siempre la regla del buen policía, que consiste básicamente en no creer a nadie. Sabia decisión pues, por decirlo finamente, entiendo que algunos testigos y ciertas imputadas tienen un concepto demasiado flexible de la verdad, ya que su versión no acaba de coincidir con las pruebas físicas acreditadas. En fin, se trata de un gran espectáculo mediático que nos enseña mucho acerca del comportamiento humano, más allá de las sentencias que se anuncian en un horizonte inmediato.
La batalla jurídica entablada entre acusadores y defensores ha tenido momentos infumables por tediosos y repetitivos, pero también destellos de ingenio legal y una fidelidad casi perruna a los argumentos de sus patrocinados. Y todo ello seguido por el público de España entera gracias a la estupenda prensa local, merecedora por su profesionalidad de los más encendidos elogios.
No falta nada en esta esperpéntica opereta cimentada en el trágico final de un personaje con tanto tirón como la desaparecida presidenta de la Diputación, un pequeño contenedor de mala voluntad a decir de algunos: la mamá justiciera dispuesta a reparar a tiros pasadas afrentas familiares; la niña un tanto infantil deprimida por la pérdida del enchufe y la chatarrería de sueños rotos en que se había convertido su vida; o la policía que pasaba por allí y que no destacó en ese momento precisamente por su locuacidad.
Y por si faltaba tema, el abogado perdido y hallado en el templo, o donde apareciese, que mantiene de incógnito el episodio de sus sorprendentes movimientos y motivaciones. ¿Hay quién de más? Lo cierto es que cuando le das muchas vueltas a un crimen tan tremendo como el de Isabel Carrasco, acabas conociendo a toda una ciudad y a quienes la habitan. Yo he sacado una conclusión evidente: puesto que la vida es incierta, conviene tomar el postre primero.