TRIBUNA
A monseñor Damián Iguacen en sus 100 años
S e ha tributado un cordial y solemne homenaje a mons. Damián Iguacén Borau en la catedral de Huesca, con motivo de sus 100 años, en los que ha procurado hacer todas las cosas bien. El acto resultó muy concurrido por las autoridades eclesiásticas y civiles, con muchos fieles, que le manifestaron su afecto y agradecimiento. Asistieron 14 prelados y unos 70 sacerdotes concelebrantes. El homenaje estaba bien preparado por mons. Julián Rui, que presidió la ceremonia, teniendo a su derecha a mons. Damián y a su izquierda al cardenal Amigo. mons. Julián Ruiz tuvo un discurso bien elaborado y expuesto con elegancia, que me hizo recordar a un antecesor en la diócesis de Huesca, mons. Mateo Colom Canals (1923-1933), un elocuente orador agustino que influyó mucho en la formación de D. Damián, porque no sólo le había facilitado una beca, sino que además asistió a su examen de tercer año de latín y le felicitó.
Personalmente conocía la buena actuación de mons. Damián Iguacén en las diócesi de Barbastro, Teruel y Tenerife; pero desconocía el buen concepto que tenía sobre mons. Mateo Colom, sobre el que se formulaban juicios adversos en Huesca y hasta dentro de los agustinos. Hablamos de esto con motivo de unos ejercicios espirituales que dio a las madres Agustinas de Medina del Campo a mediados de junio del año 2000. Procuré seguir sus meditaciones dentro lo posible y, en los coloquios que tuvimos, me dí cuenta de que era un hombre de Dios y que debía mucho a mons. Mateo Colom Canals, porque le había entusiasmado su elocuencia gozosa, su porte humilde, digno, siempre impecable. Sabía que era un hombre de gran preparación científica y muy erudito con una experiencia pastoral muy rica y de gran celo apostólico. Desconocía la vida de mons. Mateo Colom antes de ser obispo. Cuando le conté que en Colombia hasta pagaban en la iglesia de San Agustín de Bogotá por oír sus sermones y ocupar una silla, noté que se llenaba de gozo. Al decirle que había tenido el discurso oficial del primer Centenario de la Independencia de Colombia en 1911, con el título de Homenaje a Colombia , me ofreció fotocopia de todos los documentos que había en Huesca con el encargo de escribir la biografía de mons. Mateo Colom, explicando la causa de los acontecimientos y cómo había actuado con buena fe y sin malicia. Se logró una buena publicación con éxito en el año 2002 gracias a más de 200 fotocopias de los documentos facilitados por mons. Iguacén Borau.
La vida de mons. Mateo Colom fue breve, 53 años, mientras que la de mons Damián ha llegado a los 100 años y es el obispo más longevo de España. Ha estado al servicio de la Iglesia y de todos los que han acudido a él. Ha sabido dar buenos consejos y fomentar la paz desde una cercanía y sencillez, como mons. Mateo Colom, al que ha superado en alegría y amabilidad. Ha sido muy devoto de la Santísima Virgen. Ha puesto en práctica el lema de su escudo: «el último de todos y ser servidor de todos». Conserva una mitra de de mons. Mateo Colom y ha tenido en cuenta sus enseñanzas en el mundo actual que exige una nueva evangelización con amor. Mons. Julián Ruiz resaltó en su homilía tres objetivos: 1º. dar gracias a Dios por darnos a un D. Damián con su vida ejemplar y de estímulo; 2º. dar gracias Dios con D. Damián y 3º. dar a gracias a D. Damián por su obra. Al final mons. Damián dio gracias a Dios y a todos los asistentes con la elocuencia y gallardía de un joven para pedirnos que fuésemos como cornucopias y cristóforos. Repitió esas cuatro palabras que ha vivido y manifestado con elegancia: «Sí. Amén. Aquí estoy. Envíame». Si gracias a él se conoce la vida y obra de mons. Fray Mateo Colom, por este merecido homenaje se hace justicia a este benemérito obispo y hasta puede servirnos de ejemplo para exponer el mensaje del Evangelio como un programa para realizar con amor.