Apuesta suicida
E l primer ministro británico, David Cameron, utilizó el habitual sentimiento ambivalente británico sobre la Unión Europea como activo electoral y ahora tiene que cumplir con la celebración de un referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE.
La apuesta de Cameron puede resultar suicida si resulta que el próximo 23 de junio los británicos votan por salirse de la Unión, a pesar del traje a medida que los pusilánimes dirigentes comunitarios han diseñado para el ambicioso premier británico.
Se han sentado varios precedentes que son realmente muy peligrosos para los principios y valores comunitarios, sobre todo, para el de la libre circulación de personas y de trabajadores y para las prestaciones otorgadas a los emigrantes y a los trabajadores extranjeros, incluidos los ciudadanos comunitarios.
Europa tiene ahora más vallas que cuando regía el odioso muro de Berlín con el respaldo del Telón de Acero que era dirigido desde Moscú por el alto poderío soviético. La situación actual puede convertirse en una ratonera para todos si los británicos dicen no a la Unión Europea en la consulta.
Cameron ha realizado una apuesta suicida por intereses políticos partidistas y personales, aunque ahora diga que no se va volver a presentar como candidato en las siguientes elecciones. Ganó por los pelos el referéndum sobre la permanencia de Escocia en el Reino Unido y ahora se la vuelve a jugar con todo el Reino Unido y con toda la UE, que quedaría muy tocada si se pierde un referéndum que, como es sabido, lo carga el diablo.
No hay motivos suficientes para el euroescepticismo británico hacia una Unión Europea que les proporciona tres millones de puestos de trabajo, un comercio de 340.000 millones de libras y un centro financiero mundial de dimensiones extraordinarias, entre otras magnitudes que podemos destacar.
Hay más razones internas por problemas de gestión política y lucha por la sucesión en el partido conservador que otras reales provocadas por la burocracia de Bruselas, la cesión de soberanía o los gastos en servicios sociales.
Desde hace años, la Unión Europea sufre del egoísmo de cada país y la falta de categoría de los dirigentes políticos.