Diario de León
Publicado por
LA GAVETA CÉSAR GAVELA
León

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F rancisco Galende era un cabreirés de La Baña que se dedicaba a la agricultura. Hombre soltero, solitario y lector, había pasado unos años en el seminario de Astorga, donde se aficionó a las cosas de la cultura. Una noche de 1969 vio en un bar de Enciendo un calendario de la Caja de Ahorros ilustrado por un bellísimo paisaje del valle de Valdeón. La imagen le hechizó tanto que hizo varios viajes en su viejo Land Rover —una antigualla que era un deshecho del Ejército— hasta Encinedo solo para ver aquel paisaje, que le parecía imposible de tan hermoso.

Un año después decidió hacer un viaje desde La Baña hasta Valdeón. Compró en León un buen mapa de la cartografía militar y diseñó un recorrido que haría en su vehículo, pero deteniéndose cada poco. Incluso pernoctando en lugares diversos, desde los que pensaba hacer expediciones a pie. Francisco salió de La Baña el día 12 de junio de 1969. Como no podía cruzar en su coche el macizo del Teleno, tuvo que desviarse por las tierras del Duerna, hasta llegar a Astorga, una ciudad que conocía, pero de mucho tiempo atrás, y que disfrutó con una gran pasión nueva. Aunque no añoraba a aquel Francisco que había vivido en la urbe romana y episcopal.

Se desvió un poco hacia la Cepeda, cruzó los mundos misteriosos de Valdesamario, llegó a Omaña, que le pareció el paraíso que es, tan raigal y puro, y luego bajó hacia los escenarios mineros del valle del Bernesga. Hizo sede en La Robla y desde allí se desplazó a explotaciones hulleras, a mundos fabriles que le atraían mucho. Su ruta le llevó luego hacia el Este, y así pudo conocer La Vecilla y Boñar, que le sorprendieron por su riqueza fluvial. De ahí se fue a Cistierna, de cuya belleza le había hablado varias veces un vecino de La Baña que conocía la villa por haber estado allí durante la guerra. Después ya se dirigió a Riaño, lamentándose de no haber podido enriquecer su viaje con extensiones a otras comarcas cercanas. En la Fonda Orejas del viejo Riaño pasó unos días actualizando todas las notas que había ido escribiendo a lo largo de su recorrido. Notas no muy literarias, pero sí curiosas y muy detallistas de los asuntos de la naturaleza, de los riegos y cultivos, de la ganadería y del aspecto de pueblos y aldeas. Apenas, eso sí, hay testimonios de personas. Eso fue lo que detecté yo al ver ese manuscrito en 1974 en casa de don José Daniel, párroco del barrio ponferradino de Cuatrovientos. Y que era buen amigo de Francisco.

El día 23 el viajero pisó valle sagrado de Valdeón. Allí estuvo varias horas sin articular palabra. Sintió que estaba, a la vez, en Roma y en el cielo. Y que había llegado a su destino más libre y anhelado. Luego, pagó su estancia en la fonda Abascal y regresó a La Baña. Había conocido muchos mundos, había intuido otros, no menos fascinantes, y no había salido de la provincia de León.

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