Diario de León

TRIBUNA

Necesidad de una regeneración social

Publicado por
Julio Ferreras educador, excatedrático de IES
León

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L a necesidad de una regeneración social en nuestro país, principalmente de la clase política, pero también de los propios ciudadanos, es cada vez más evidente y necesaria, como el único medio para salir de la profunda crisis que atraviesa nuestra sociedad, sumida en graves escándalos de corrupción. ¿De dónde proceden éstos, generalmente? Casi siempre son originados por los abusos de los poderes político y económico. En efecto, la historia humana se caracteriza, desde tiempos inmemoriales, por una lucha para conseguir el poder, el control y el dominio de unos seres humanos sobre otros, utilizando sin escrúpulo, si es necesario, los medios más crueles, ruines e inhumanos, disfrazados siempre, de una u otra forma, como medios necesarios para mantener el orden y la paz sociales. Acompañan siempre, a todos los corruptos, el cinismo, la impostura y la hipocresía, no fáciles de descubrir por los ciudadanos, en un principio, tanto debido a la astucia y la habilidad de aquellos, como a la ingenuidad y falta de compromiso social de éstos. Por eso, estos hechos, en el mundo occidental, son más frecuentes en aquellas democracias incipientes, como la española, sin un conocimiento y una experiencia de las responsabilidades sociales de todos.

Toda persona de bien, toda persona honesta, desea, hoy, para nuestro país que salgan a la luz todos los casos de abusos de poder y de corrupción, para poder llevar a cabo esa necesaria regeneración social. Ello exige, de la dignidad humana y política, que los gobernantes implicados asuman, en primer lugar e inmediatamente, sus responsabilidades políticas, dimitiendo de sus cargos. ¿Qué ocurre en nuestro país? ¿Por qué todo político corrupto se agarra al poder y es protegido por éste? ¿El no dimitir, en estos casos, de los puestos de alta responsabilidad, no indica, acaso, alguna implicación en esa corrupción? ¿No son claramente incompatibles la corrupción y la dignidad y la decencia políticas? Todas estas preguntas son oportunas, en este momento preciso, y muestran el nivel de degradación política al que se ha llegado. ¿Puede haber mayor mal para una sociedad que la falta de dignidad de sus gobernantes? Es una penosa y deplorable realidad, en nuestro país, que avergüenza a toda persona honesta, la falta de decencia política a la hora de presentar la dimisión por graves escándalos. Esto contrasta con lo que suele ocurrir en los países de nuestro entorno, donde los gobernantes dimiten de sus cargos a veces por los más pequeños errores cometidos.

¿Qué han supuesto, para nuestro país, todos estos abusos de poder y de confianza, es decir, toda esta corrupción, así como las políticas antisociales? Han tenido un doble efecto, consecuencia uno del otro: un gran enriquecimiento de ciertas élites dominantes y el consecuente empobrecimiento de millones de ciudadanos. Pero hay un hecho relevante, que es preciso abordar en toda su amplitud, es éste el grado de responsabilidad que los ciudadanos pudieran tener en los hechos que tratamos, debido a que, en las democracias aunque sean incipientes, aquellos que nos gobiernan han sido elegidos por unos u otros ciudadanos. Y en nuestro país ha ocurrido un hecho singular (poco frecuente, por suerte): en dos de las comunidades autónomas, hoy más apremiadas por la corrupción, los ciudadanos eligieron, en el pasado, una y otra vez, a los políticos corruptos hoy encausados. ¿A qué se debe esto? Merece un intento de explicación.

Un reto de nuestra sociedad, necesario pero nada fácil de conseguir, al menos a corto plazo, es la necesidad de desarrollar, en todo ser humano, la capacidad de discernimiento y discriminación, es decir, aprender a vivir y actuar con la mayor independencia y libertad personales, con el suficiente criterio para no dejarse engañar por los falsos e hipócritas salvadores mesiánicos. Ello exige un mayor grado de conocimiento, pero también de honestidad, solidaridad y verdadero compromiso social, para superar el miedo a los cambios sociales, casi siempre necesarios por la propia evolución de la vida, así como la codicia y la ambición (causa de la mayoría de los casos de corrupción, tanto en el ámbito público como en el privado), y para apreciar con mayor facilidad y en su justa medida, lo que más conviene al conjunto de los ciudadanos, y no solo a un grupo de ellos. Sin el desarrollo de estas capacidades y estos conocimientos, los seres humanos vivirán sometidos al poder y en la confrontación y los abusos de unos sobre otros.

¿A qué nos lleva todo esto? Siempre al mismo lugar: la necesidad de una verdadera educación, en especial, en la niñez y la adolescencia, el momento idóneo para adquirir ese conocimiento y esa independencia y libertad individuales, así como los hábitos personales y sociales que lleven a una convivencia respetuosa, pacífica y justa entre todos los ciudadanos. Bastaría analizar la vida pasada de cada uno de los implicados en graves casos de corrupción, para poder confirmar que su codicia y su ambición, así como su falta de honestidad y sus hábitos insolidarios y desleales, vienen de lejos. Finalmente, para que una sociedad se regenere y se rehabilite, es necesario que ello ocurra tanto de arriba abajo como de abajo arriba, y quizás sea cierto que los verdaderos cambios sociales de regeneración han de surgir, antes, de abajo arriba, pues, desde arriba, solo lo harían si los gobernantes fueran filósofos (recordando a Platón), es decir, si fueran verdaderos hombres de estado, y no de partido. Y no olvidemos, también es cierto que una sociedad de ciudadanos honestos y responsables nunca podrá generar unos políticos incompetentes y corruptos.

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