Esa causa general
D e repente, desnuda la plaza de San Isidoro y su cuestina empedrada, donde acudían cada mañana unidades móviles con paelleras orientadas a la Candamia igual que van a la rotonda de Valdebebas los becarios a hacer pinitos sobre la vida inteligente, parece que la hoguera de vanidades se ha consumido en su propio combustible. No olvidará este recital de función mediática la generación de chavales que a diario sortea el pavés y el bolardo para acceder a la educación obligatoria, y que durante más de un mes pudo alterar el hastío del horario académico con el jaleo al fondo del directo. Aquí León, que sólo era recurso informativo cuando el frío hacía cabriolas con la nieve en las gárgolas de la Catedral y el invierno comenzó a llenar telediarios a falta de espacio para los casos de corrupción y degeneración política y social, se acostumbró a competir con las ventanas de los corresponsales en la Bolsa de Nueva York, los retenes de guardia a la puerta de Cantora y los carretes interminables de tanza sobre los pactos de la Sexta. Sin ruido, sin el plató del prime time para cinco televisiones y productoras que han llevado al punto de licuado el concepto primitivo del reporterismo, en las calles del centro de León queda el eco de un murmullo que nunca debió de salir de las puertas de la Audiencia; esas lecciones apresuradas de estilismo, porque es evidente que no conviene vestir igual cuando se trata de ir al dentista en una calurosa tarde de verano que al banquillo de los acusados en pleno invierno y con el aliento de 23 años de prisión en el cogote; o las clases particulares sobre los límites del decoro y la veda de la vida privada de quien confundió una sala de fiestas con la sala de vistas. Quedan al margen los chistes que emergieron del suceso; que san Fermín procesione en el Genarín del próximo Jueves Santo es el último de una lista que viene a confirmar el daño que ha hecho el club de la comedia. Fue un juicio por asesinato; así que extraña que se condimenten los comentarios con giros propios de quien cuestiona un gol de Ronaldo por fuera de juego o espera el veredicto con el ánimo de quien aguarda el gran hermano vip. Si esto fuera una causa general no bastaría con señalar dónde estaba uno el día que dispararon a Isabel Carrasco; habría que pensar dónde estaría ahora, si no la hubieran matado.