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León

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Pablo Iglesias y sus cojones

Podemos y particularmente Iglesias han sido sometidos a unas críticas terriblemente duras y, en muchos casos, hechas desde una derecha ofensiva e indecente que no está dispuesta a contrastar las informaciones que vierte con tal de dañar a todo lo que no sea el PP, sus ladrones y sus meapilas.

Sin embargo, huyendo de los debates estériles y demagogos, sí podemos encontrar motivos suficientemente graves como para criticar duramente los discursos y la falta de principios de Pablo Iglesias. En este enlace se puede ver una intervención de Iglesias en una charla en mayo de 2013 organizada por Izquierda Anticapitalista: https://www.youtube.com/watch?v=bYg-QVeVGg0&app=desktop. Y no.

No critico que sea anticapitalista (en todo caso, critico que lo oculte para ganar un puñado de votos); yo también lo soy. Y no; no creo que él comulgue ni con dictadores ni con ETA. Ni me molesta tampoco que critique con ferocidad unas instituciones burguesas.

Y, aunque yo no soy partidaria de la violencia —aunque sí de la desobediencia—, no seré yo quien se sienta incómoda con las críticas que vierte a la policía y a la Guardia Civil (especialmente comparto las que se dirijan a los antidisturbios). Efectivamente, si queremos transformar realmente la sociedad, es lícito cuestionar todas aquellas instituciones que, al servicio del capital y no de la ciudadanía, cercenan las libertades de la gente.

Lo criticable, lo indecente, lo triste es que Pablo Iglesias sólo está dispuesto a cuestionar las opresiones que no le benefician. Las que lo erigen por encima de la mitad de la población, las defiende y reproduce, consciente o inconscientemente, con sumo gusto. Me refiero a la opresión patriarcal. Esa no le saca de quicio. Digo esto porque en un momento determinado de la charla (ver enlace más arriba), cuando critica los cuerpos represores del Estado, comenta que ellos (Podemos) han venido aquí para «hacer política masculina; política con cojones».

Esta afirmación no carece de contenido; muy al contrario, viene a apuntalar, reforzar, consolidar y reproducir la concepción patriarcal (machista) del mundo. Parece una afirmación, la mía, demasiado dura. Pero, en fin, me limito a analizar su mensaje: veamos, en tanto que está exponiendo con claridad y nitidez su proyecto político, está demandando una política valiente, radical (en el sentido de ir a la raíz de las injusticias), potente, transformadora, revolucionaria. Y todo eso está muy bien pero, ¿Por qué atribuye a los hombres y a la masculinidad esa serie de virtudes y ese monopolio en cuanto a la capacidad para desarrollar esa política brillante? ¿Por qué establece como condición necesaria tener cojones para ser revolucionario, transformador del mundo y enemigo de las injusticias?

Y, si entiende que lo propio de la masculinidad, o sea, lo que se atribuye a los hombres, es esa valentía, ese coraje y esa disposición a neutralizar lo injusto y lo que merma los derechos y libertades, ¿Qué entenderá como lo propio de la feminidad, es decir, lo que se entiende como propio de las mujeres? ¿Quizá la cobardía, la mediocridad y una praxis política descafeinada y cómplice con el sistema opresor? ¿Quizá una innata incapacidad de nosotras, oh pobres féminas frágiles, de realizar un análisis radical histórico-político y actuar en consecuencia?

¿Cómo sería una política femenina? ¡Supongo que todo lo contrario a esas cualidades tan nobles que atribuye a la masculina! ¿Es que —siguiendo su lógica— reside en los cojones la capacidad de articular la defensa de una sociedad justa, libre de opresiones, democrática y centrada en el bien común?

Recomiendo a Pablo Iglesias revisar sus ideas sobre la conceptualización de lo femenino y lo masculino.

Ana Pollán. León

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