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PANORAMA JULIA NAVARRO
León

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T odas las cifras referidas a los refugiados que recorren desesperados los caminos de media Europa, son dramáticas. Según Acnur, la organización de Naciones Unidas encargada de los refugiados, 2.850 personas perecieron ahogadas en el Mediterráneo en el 2015. Dada la dificultad para obtener datos sobre los naufragios que se producen al intentar llegar desde las costas turcas a Grecia o desde Libia a Italia, el número de víctimas supera esa cifra. Todo ya digo, son números dramáticos. Quienes proceden de estos países, también hay iraquíes que huyen de la guerra, pero otros muchos, que llegan desde Pakistán, Somalia, Sudán o Bangladesh, han sido forzados a emigrar a causa de la pobreza. Hay países como Hungría, Austria o Macedonia que han echado mano de las concertinas para bloquear pasos de frontera. No admiten el paso de estas columnas de desesperados que intentan llegar a Alemania. En 2015 Alemania acogió y tramitó asilo político para más 80.000 inmigrantes con pasaporte sirio o iraquí. Es el país de la UE que más inmigrantes acepta. No pueden decir lo mismo otros miembros de la Unión. Y en razón de ese aluvión de emigrantes —y de las agresiones del fin de año en Colonia— una parte de la población alemana rechaza la política seguida por la canciller Angela Merkel. Se están empezando a producir actos xenófobos y no solo en Alemania. Cuando la televisión nos sirve las imágenes, duras, del enfrenamiento entre emigrantes y policías en la frontera de Macedonia con Grecia o en el desmantelamiento de la llamada «jungla de Calais», en Francia, el drama de estas gentes desesperadas cobra otra dimensión. Aunque la prioridad de la ONU es conseguir que el precario alto el fuego en Siria sea el prólogo del fin de la guerra, es hora de que también considere la urgencia de alumbrar un plan para encauzar el problema de los refugiados llegados a Europa. Un plan que implique en la acogida a los Emiratos y demás países árabes —con Arabia Saudí a la cabeza— que para vergüenza de sus gobernante han dado la espalda a millones de personas de su misma lengua y religión. En Oriente Próximo, solo Jordania, Líbano y a regañadientes Turquía, han estado a la altura del drama de los refugiados. Urge esa intervención antes de que en Europa el aluvión de emigrantes alimente la xenofobia y con ella el crecimiento de partidos políticos de ideología extrema.

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