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Publicado por
ÁLVARO MIGUÉLEZ
León

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C oncebir y traer un hijo-a al mundo es el acontecimiento más natural, feliz y responsable que una pareja puede realizar a lo largo de la vida. Natural porque el progreso y el futuro de la humanidad depende de esta decisión. Feliz porque la venida de un nuevo miembro a la familia llena de alegría al núcleo familiar y responsable porque desde el momento del nacimiento hasta la muerte del progenitor sentirá el peso del cuidado de la criatura. Una vez ha nacido un hijo-a, su hijo-a, todo se mueve alrededor del recién llegado. Padre y madre ponen todo su empeño, pero es la madre la que ha parido a la criatura, que siempre considerará carne de su carne, desplazando incluso al padre. Se acabó la libertad de salir libremente, pasar el fin de semana con los amigotes, hacer largos viajes o vivir como si no hubiera un mañana. No hay escuela de padres. Es puro instinto y cariño más los consejos de padres y hermanos. Al mismo tiempo se adquiere el deber social de cuidar, educar y encauzar al hijo-a, criatura débil que precisa de su protección.

Llega el periodo de los estudios. Una vez más la mujer se encarga del control y seguimiento de los mismos. Siguen siendo mayoría las madres que llevan y recogen a los niños en el colegio, por lo que las madres tienen mayor participación e influencia en la educación del hijo que los padres.

Es que el hombre ¿no sabe? ¿no entiende? ¿no quiere? Aquí entra en escena la realidad y la diferencia entre hombre y mujer. Una diferencia que no es interesada ni peyorativa sino que cada cual participa su rol en la vida de pareja. La convivencia hace necesidad, crea afinidad y termina en una mayor reciprocidad. El padre, si no reacciona a tiempo, es un extraño en casa.

Cuando el amor en pareja se debilita, lo cual es cada vez más habitual, los niños tienen un sexto sentido que les hace percibir rápidamente el desacuerdo y los aires de libertad. Dice el refrán que «a río revuelto ganancia de pescadores». Es cuando se cometen los grandes errores como discusiones delante del niño-a, desautorizar al profesor del colegio, dejar marchar al hijo, sin control y que llegue a casa a las tantas de la mañana en un estado lamentable. Además de no reaccionar a tiempo ante los abusos en el uso del teléfono móvil, tablet, TV e Internet. La educación es cosa de los dos. Ninguno sobra, ambos se complementan.

A pesar de lo que se critica a los jóvenes, tenemos una juventud con excelente educación y base moral hasta el punto de que no ha estallado ningún conflicto social a pesar de estar en el paro el 40% de los jóvenes. Son excepción los jóvenes que caen en la droga, el alcohol y delincuencia. Jóvenes que no han sentido el calor familiar y viven en un entorno hostil y difícil.

Ser padres exige mucho valor, decir no aunque duela, sacrificio y quita libertad. Por otro lado compensa con compañía, cariño y satisfacción al compartir sus éxitos. No hay rosa sin espinas, ni hijo-a que no cause dolor, pero también trae bajo el brazo un plus de vida, unión y felicidad para la pareja.