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flores del mal gonzalo ugidos
León

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U n rayo cae en cierto momento por casualidades meteorológicas, en ese mismo momento alguien cruza el campo a caballo, el rayo cae sobre el jinete y lo fulmina: una coincidencia. Llamamos casualidades a las maneras que encuentra el destino para colarse no por las puertas de lo previsible, sino por las rendijas de lo insospechado. No podemos percibir la oculta gramática de la casualidad como no podemos percibir los ultrasonidos, los infrarrojos o los ultravioletas; pero sabemos que existen. Que están ahí y actúan sobre nosotros.

Seamos lo que seamos, lo somos de pura chamba. Somos hijos de la casualidad, de lo que inesperadamente nos pasa. El azar y la incertidumbre son fuentes de posibilidades, una pareja de alto poder genésico que trae puntualmente nuevos acontecimientos al mundo. Los científicos lo llaman serendipia. Explica Darwin que cada pequeño paso en la historia evolutiva nace de un cambio azaroso, es decir casual, que triunfa. Si no fuera por la ocurrencia de sucesos improbables hoy todos seríamos aún bacterias. Por esa torcida ley de las casualidades estamos aquí.

Lo mismo que a la biología le pasa a la historia, le cuesta menos provocar una coincidencia que alumbrar lo previsible, por eso lo suyo es que no pase lo que habíamos previsto y que casi nunca lo que esperamos coincida con lo que nos espera. La vida, cualquier vida, es una concatenación de chiripas a cuyo resultado final llamamos biografía. Uno de los mayores y más fascinantes misterios de la vida es el éxito y la manera de obtenerlo, ¿por qué un viajante muere y otro trepa a la cucaña del éxito? Hablamos del talento, de las circunstancias, de la astucia, de la determinación; pero es difícil medir la influencia de cada uno de esos elementos, tienen grietas por donde se cuela la suerte, que es otro de los nombres del azar. Carlyle creía que la historia la hacen los héroes; Marx, que la hacen las contradicciones entre las ideas y el sistema de producción; yo cada vez estoy más convencido de que es la casualidad la fuerza que lleva del ronzal a la historia.

Decía Hölderlin que cuanto mayor es el riesgo mayor es la posibilidad de que aflore lo que nos salva. O sea, que no sería raro que tuviéramos gobierno antes de lo previsto, ya hubo que esperar a los últimos cinco minutos para que hubiera gobiernos en Andalucía y Cataluña. Cuando no comparece la voluntad, suele hacerlo la casualidad. El Rey no convocará por ahora una nueva ronda de consultas, ¿elecciones a la vista? Parece previsible y, por lo tanto, es improbable. Tal vez caiga un rayo, tumbe a alguien del caballo y el más inesperado se suba a la grupa. La historia es ludópata, juega a los dados. El azar es tramposo, los carga.