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Publicado por
cuerpo a tierra antonio manilla
León

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E spaña no será demócrata mientras piense que lo deseable es la fumigación del contrincante. De hecho, no hay ningún político español que no considere como enemigos en vez de como adversarios a sus pares de otros partidos. Así se hace imposible cualquier pacto amplio, incluso la conversación: atentos a la destrucción del otro, se ignora el diálogo y nada más se vela por la idea de imponer el desenlace deseado. Con todo, hasta más urgente que modificar esta concepción ideológica —puede que hasta fisiológica— nuestra, conviene ya otra manera de hacer política. Nuevos modos de hacer gobierno.

La forma española de hacer política está marcada por la corrupción porque es el favoritismo. Cambia el signo de un gobierno y lo que cambian son los validos, los favoritos a quienes beneficia ese poder, los amigos de la Moncloa. Pero no los humildes y populares, como en Estados Unidos, donde con cada elección se transforma la administración mediante el reparto temporal de puestos entre esos seguidores que en las películas salen pegando sellos y enarbolando banderitas mientras los líderes mitinean lo primero que se les ocurre. No. Aquí (cuando se premia a los curritos del partido, como ha salido a relucir en múltiples declaraciones en el caso Isabel Carrasco, sin que nadie se rasgue las vestiduras, señal de que resulta lo más corriente del mundo, se hace a lo grande: haciéndoles funcionarios de por vida), en España los mayores beneficiados son los grandes magnates, las corporaciones eléctricas y los bancos, por ejemplo, que posteriormente devuelven el favor con un puesto en el consejo de administración a los expresidentes, ministros y altos cargos caídos en desgracia.

El procedimiento es el mismo: recompensar el trabajo sucio. La diferencia, obviamente, está en lo que unos y otros consideran trabajo sucio. Admitamos al menos como hipótesis que, en principio, no parece igual currarse una campaña por olvidados pueblos de la profunda Alabama que repartir prebendas entre lobistas de pelajes varios cuya única aportación ha sido monetaria. Que no es lo mismo recompensar un trabajo realizado voluntariamente que devolver, con los debidos intereses, un préstamo. Y en negro, además, porque la financiación de los partidos no sé si será ilícita pero en su mayoría no pasa por la caja de la Agencia Tributaria ni tan siquiera como los chuches, que llevan sus impuestos indirectos.

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