Diario de León
Publicado por
FRANCAMENTE JUAN CARLOS FRANCO
León

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Me hubiera gustado conocer los criterios, los argumentos, e incluso asistir a las reuniones del comité de selección antes que saber el nombre del premiado. Me hubiera gustado incluso conocer al resto de los candidatos, aunque simplemente fuese por aquello de echarnos una porra y perder unos euros, en vez de tener que comulgar, una vez más, con rueda de molino —y en este caso, que quede claro, nada tengo contra la rueda, pero sí me hubiera gustado que el molino asumiese de que incluso en esta región las formas, y si se pudiera, también las cosas, deberían emprender un proceso de transformación—.

Pero nada de eso ha sido posible. Y aceptamos, mejor hacerlo así, que el elegido será el mejor de los que fueron candidatos. Lo creeremos a pies juntillas pues para eso estamos en tiempos de creer. Presupondremos sin discusión, como el valor que se le supone a los soldados a la hora alistarse en el ejército, que atesora todas las cualidades para el desempeño de la función que le ha sido encomendada. Sin embargo es en este punto cuando nos asaltan todas las dudas, pues nadie ha compartido con nosotros la hoja de ruta marcada—y es que Valladolid en la elección del sustituto de Hevia ha obrado como el cónclave para elegir papa: sólo tras la fumata blanca supimos que el elegido, obviamente para la gerencia, no para vicario de Dios en la tierra, es murciano (ojo, no confundir con marciano)—.

Es aquí donde nos asaltan los temores —ojo, no porque sea murciano o incluso, si lo llegase a ser, por venir de Marte—. Y es que mucho conocemos por estas tierras de cómo se las gastan los que tienen que gobernarnos a la hora de tomar decisiones que nos atañen. Sólo es necesario remitirse al último desembarco de uno de los elegidos en esos despachos de alfombra roja, mesas de caoba y muertos en el armario. «He venido a cumplir el mandato del Consejo de Ministros», fue su primera declaración de intenciones,... y se quedó con lo de ‘el liquidador’.

Me entran sudores fríos —tan gélidos como los números que le habrán ordenado cuadrar— de pensar en las anotaciones que trae escritas en su cuadernillo azul. Parece claro que empezamos a perder alguna batalla, como la de la radioterapia, incluso antes de comenzar a dar guerra.

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