Diario de León

TRIBUNA

Entre lo confortable y lo penitencial

Publicado por
Máximo Soto Calvo ASOCIACIÓN PRO identidad leonesa
León

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C reo que de siempre, y repasando hemerotecas así lo encuentro, he sido crítico, o más bien deba decir purista, con todo lo concerniente a nuestra Semana Santa, sus cofradías, las que de siempre han sido, las que en eclosión colorista surgieron, los papones, y por supuesto los leoneses capitalinos que, con nuestro comportamiento y formando parte del público asistente a los desfiles, hemos ido colaborando para que éstos tomaran nuevos alicientes. Lo tradicional, incardinado en la religiosidad de la que surge, se ha tratado de conservar, pero el toque de modernidad lo enmarca de forma bien distinta.

Con la salida a la calle, a las rúas de antaño, las procesiones claustrales de los monasterios, se daba un nuevo valor al cortejo. Los asistentes, tanto o más actores que espectadores, aportaban sus temores y religiosidad ante el acto representativo a retazos bien definidos del Gran Drama del Calvario.

Influidos por el poder de lo religioso, antaño, y no demasiado allá, se mantenía entre el público un postura personal y colectiva de recogimiento, o cuando menos de respeto a lo que nuestros papones, sobre escuetas andas, nos mostraban en las enlutadas Semanas Santas leonesas. Puede que siguiendo el avance del llamado progreso, dicho así en abstracto, pues tampoco necesitamos más para el caso, éstos, los desfiles procesionales, también demandaran una lógica evolución, y a fe que se ha puesto empeño en concedérsela.

Entre lo tradicional, ya aludido, a los itinerarios procesionales se les ha venido prestando una respetuosa conservación, no en balde lo podemos considerar como el mejor de los escenarios, y trato de ser respetuoso con los términos, donde el Drama portado a hombros de los papones por aquellos enclaves de nuestra ciudad más antigua, cobraba una dimensión propicia para la cercanía, la de los asistentes como público, con nuestros paisanos los comprometidos papones, los pasos y su relato en imágenes.

Y aquí, de esto último, compromiso anual y lo relatado sobre los pasos, surge un desigual comportamiento. El arte de llevar cada paso, el respetuoso mecido de la marcha, y la ampulosidad otorgada en tamaño y prestancia, pasando de andas a trono, la vistosidad parece haberse llevado por delante, a los ojos del espectador, un girón de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret, o dicho de otra manera, al colocar el velo de lo mundano y espectacular, se pueden disfrazar las esencias religiosas.

No se necesitan muestras de sangre hasta la exageración en las imágenes del Crucificado, para dar a comprender su dolor, así como en otras imágenes la angustia vivida, tal como el gran imaginero Víctor de los Ríos con su magistral modo de tallar y mostrar, nos lo fue dejando a los leoneses, cual excelente lección, con sus obras. Si bien llevado de la ampulosidad volumétrica, con su Descendimiento sobre carroza, empezó a romper el arraigo y tradicional modo de portar a hombros los pasos

Con la nueva perspectiva que dan los tronos, las modernas generaciones de papones, las sonoras bandas y formaciones musicales, se nos ha ido contagiando a los leoneses otro modo de hacer y comprender lo nuestro, lo tradicional evolucionado, que no debió perder lo purista de sus mejores esencias, mezclándonos con una supuesta modernidad que bloquee los remansos de antaño.

Si en puridad queremos conservar algo más que una pátina de religiosidad en los actos procesionales, sobran el aplauso, los montajes y las expresiones más propias de los espectáculos. En las dos más comprometidas facetas, la religiosa y la social, estamos permitiendo que fluyan sentimientos encontrados. Nuestro Ayuntamiento o la cofradía promotora y permanentemente celosa de su procesión de los Pasos, han decidido la colocación este año de unas gradas para el «espectáculo» procesional: el más que simbólico Encuentro en la Plaza Mayor. Los decididos a ocupar una plaza abonaron previamente una entrada, 10 euros. Sea o no como afán recaudatorio municipal o para gastos cofrades, me suscitan dos cuestiones. Un montaje de visión preferente o de «confort para un espectáculo». Y una recaudación que nunca mejor estaría empleada que, alejada de flores y sortilegios, recayendo en el prójimo verdaderamente necesitado de ayuda.

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