El barrizal
L as Médulas. Aquí hace dos mil años removieron los romanos noventa millones de metros cúbicos de tierra. Se bajaron los montes a fuerza de meterles torrentera embalsada en el Teleno, agua va, apartáivos todos y luego acudid con cerandas a escoger las lentejas doradas. El resultado: un bestial monumento a la voracidad humana que acabó por rellenarse de una exuberante espuma de robles, escobas y castaños, paisaje único y disfrutable entre los rojos picachos, cuevas, tajos y paredonas.
—Esto es un auténtico barrizal. ¿Pero cómo pueden tenerlo así?
Lo dice una señora de visones que calza zapatitos, y al lado el marido en mocasines asiente y boquea, y detrás y delante en el sendero hay procesión de parejas y familias, algunos muy preparados con uniforme del Decathlon, otros no tanto.
Pues ha dado usted en el clavo, señora. Exactamente ante eso estamos. Ante un barrizal inmenso, histórico y formidable, un fantástico cenagal colorado del que se extrajeron 4.600 kilos de oro rumbo a las cecas de Roma —había que pagar mucho soldado y mucha puta—; panorama que a unos les invita a imaginar castros, legiones y hormigueo de gente astur mientras que a otros... les da por lamentar el barro pegado.
Nos hemos vuelto tan blandos y antojadizos que buscamos pistas asfaltadas, microbuses, funiculares y, puestos a pedir, hasta escaleras mecánicas dispuestas para acceder a maravillas naturales que precisamente han podido preservarse gracias a lo aislado, lo impenetrable o lo ignorado de su emplazamiento. Que te lleven sin esfuerzo hasta lo más alto y allá arriba, amén de una vista espectacular con bien de sitio para hacer fotos con trípode y muchos selfis , haya cafetería-restaurante-espá con piscina de bolas para los críos y una peluquería canina.
Y aunque los hubiera o hubiese, se quejarían las hordas de la cantidad de gente que, lo mismo que ellos, ha descubierto el lugar. Así son los reyes de la queja.
Menos mal que nos reconcilió con el mundo el paisanín que me salió al paso a venderme miel, vino y el aguardiente que en todos esos valles se destila en cada casa. «Mira si será bueno que no tiene ni registro de sanidad. ¡Todo clandestino!». La mejor propaganda para un orujo.
Y es verdad que estaba de muerte.