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TRIBUNA

León, entre el leonesismo y la leonesidad

Publicado por
Isidoro Álvarez Sacristán De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
León

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E l sociólogo Díez Llamas, en estas mismas páginas, se quejaba de que el leonesismo debía de ser plural y que «el leonesismo no es privativo de una determinado marco ideológico» y que es «un movimiento social». Sobre la diferencia entre leonesismo y leonesidad ya me he pronunciado en varias ocasiones, para decir que en el caso de los ‘ismos’ se trata de una modernidad ideológica o de una situación no permanente. Mientras que la leonesidad es una cuestión y circunstancia que permanece por inveterada y ancestral. Mezclar el leonesismo con la ideología partidista es privar al sentir leonés de lo más hondo de la tradición que permanece, mientras que los «ismos» cambian con el tiempo o las permutas sociopolíticas. A saber, el comunismos ya no se llama así sino Unidad Popular; el leninismo es Podemos, el nacionalismo es Juntos por el Sí. Como se verá los ‘ismos’ cambian o bien para desfigurar el nombre y que no sea rechazado por arcaico —véase el stalininismo— o para atraer con espejismos retóricos a los votantes.

El diccionario de la RAE define a los ‘ismos’ como sufijos de tendencias, doctrinas y partidos. En unos casos naciendo como teorías filosóficas o movimientos políticos y, en otros, como tendencias o proposiciones del conocimiento del arte o de la ciencia (cubismo, relativismo, etc.). De tal suerte que lanzado el sufijo al mundo de la política nos encontramos con numerosas tendencias y partidos. Y ya en este contexto nos hemos de preguntar ¿debe de zambullirse el ser leonés a través de lo que se llama leonesismo en esta maraña de siglas? Pues parece que así es, ya que la Unión del Pueblo Leonés en la refundación de sus estatutos se dijo que estos «se asemejaran a los grandes partidos» (Melchor Moreno). Ya tenemos al ser leonés convertido en un partido y con ello dentro de los «ismos» para llamar a esta situación «leonesismo». Para otro partido político que presume de leonés (Prepal) predica su misión con la teoría de que «para nosotros leonesismo es la defensa de nuestra tierra». Ambos invocan el «leonesismo» o bien semejante a un partido —estos es, a una ideología— o bien en defensa de la tierra —¿y el hombre?— que es una visión sesgada y pedestre de la convivencia.

De tal forma, que bajo estas teorías hay varias situaciones de ser leonés, como se ha visto en varias ocasiones: la bandera de León entrelazada con la bandera de la hoz y el martillo, o la bandera amarilla de cinco puntas bajo el escudo de León (lo que ellos mismo llaman la vietnamita). De esta guisa se trata de defender lo leonés, a través de los partidos políticos y, sobre todo, de los partidos más a la izquierda, dividiendo por tanto el leonesismo. Por ello —aquí está la principal teoría— no se trata de añadir el ‘ismo’ al ser leonés (aunque el diccionario diga que el leonesismo es amor o apego a lo leonés), pues si se alía con los partidos, éstos lo ennegrecen, lo ocultan o lo disfrazan. Por eso, lo importante no es el leonesismo sino la leonesidad, como la cualidad de ser persona leonesa.

La leonesidad permanece en el tiempo, purifica las tendencias exógenas de los partidos, la leonesidad es un pensamiento permanente en el espacio y se lleva allende de la frontera de la tierra, la leonesidad se mama en la ubres del terruño natal. Se emociona con el enhiesto pendón, llora a la salida de una procesión desde la románica ermita, contiene la lágrima al escuchar la dulzaina de su pueblo…

Si, como decía Ortega, yo soy yo y mi circunstancia, la situación del leonés está circunstanciado en la leonesidad —situación endógena— sin necesidad de aditivos externos —‘ismos’— que la contaminen con las impurezas ideológicas o de los partidos políticos, quizás en algunos casos ya trasnochados. Porque, en efecto, los partidos políticos «expresan el pluralismo político», «la manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política», como se dice en el artículo 6 de la CE. Pero fijémonos bien en dos palabras; una es la voluntad popular, es decir que hay que someter la ideología a una voluntad de hacer, acto volitivo que nada tiene que ver con la leonesidad. La otra es la palabra «instrumento», es decir un advenedizo utensilio o un mecanismo artificial que aprovecha el individuo para, apoyado en un colectivo, propagar o aplicar sus ideas.

Por el contrario, a la leonesidad, fuera de los «ismos», no le importa la ideología política al uso —o al desuso— sino que aumenta la hacendosa manera de potenciar el espíritu leonés. A los ‘ismos’ le importan la ideología —que es posterior y extraña a lo leonés—, a la leonesidad le interesa el valor superior de lo propio, de lo peculiar, de la esencia del ser leonés anterior en el tiempo a los ‘ismos’ y permanente en espacio y en el tiempo.

Lo verdadero leonés es aquello que nace de la impronta inveterada de la nacencia y de la tradición; es la unión de varias situaciones naturales —no artificiales o, veces foráneas, como los ‘ismos’— es conocer nuestra patria chica, dentro de la gran Patria española; y como dijera Unamuno ( Por tierras de Portugal y España, 207): «para conocer una patria, un pueblo, no basta conocer el alma —lo que llamamos su alma—, lo que dicen y hacen sus hombres…». La necesidad de la ideología de los «ismos» no puede empañar ni tergiversar, ni humillar el sentir de lo leonés, que solo podrá emerger por encima de la artificialidad de los partidos políticos a través de la leonesidad.