La ardilla
L a portada de aquella libreta era una declaración de intenciones. La pasta dura, envejecida y abarquillada por las manos callosas de los paisanos que bajaban los lunes por la mañana a la oficina de la Caja para que se la actualizaran, condensaba una filosofía en apenas una imagen. Dentro se asentaba en cifras cómo había ido la cosecha, si la nómina hacía grano, si avanzaba bien la reserva para que pudieran estudiar los chavales y si la letra de la casa permitía dejar unos ahorrines para mañana, cuando uno no pudiera valerse por sí mismo, y una pequeña herencia en la que descansar toda una vida de trabajo. Por eso era importante aquella silueta que se aupaba sobre las letras de Caja León. Aquella ardilla condensaba la identidad de una provincia entera que había creído en la posibilidad de que los ahorros de sus trabajadores pudieran contribuir a un desarrollo común.
No queda nada de esa historia, que se diluyó por completo hace dos años, al convertirse como Ceiss en una filial de Unicaja, y que supura ahora con el anuncio del ERE para 1.120 trabajadores, un tercio de la plantilla que sobrevivió al más de un millar de liquidaciones de contrato del primer arreón. Su fracaso es la muestra más evidente de la ineptitud y las corruptelas de la clase política y empresarial leonesa que, con especial saña en las dos últimas décadas, convirtió la Caja en un mostrador para sus intereses. Esos políticos que compraban puestos en el consejo de administración con un rolex; que chalaneaban dietas de más de 1.000 euros por dos horas de reunión una tarde cualquiera; que se prejubilaban de manera encubierta con indemnizaciones millonarias tras salir de la Alcaldía; que franquiciaron la entidad a nombre de empresarios, como si fueran santos en la presidencia, para que les mantuvieran en sus poltronas de poder a precio de créditos blandos. No hubo quien pusiera coto. Ni los agentes sociales, que se engominaron para lucir nóminas de ejecutivos del Ibex, ni los sindicalistas agrarios, que aprovecharon para financiarse a interés cero, ni la Junta, que jugó a modelar un músculo financiero a su imagen y semejanza y ahora se pone de perfil como si le hablaran de un extraño. Por si fuera poca la burla, con las cláusulas suelo demolidas por la justicia, el nuevo banco justifica los despidos en las preferentes con las que estafaron a miles de ahorradores. Cuántas ardillas traicionadas...