Diario de León
Publicado por
RÍO ARRIBA MIGUEL PAZ CABANAS
León

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E stamos todos sosámbulos», dice Olvido en la cocina de casa y en ese momento no sé bien si se refiere a los líderes políticos que desfilan por el televisor o a quienes, con cara de hastío, los vemos afilando sus cuchillos mientras preparan —sin escrúpulo alguno— la próxima campaña. Y sí, ha dicho sosámbulo, y no sonámbulo, porque esta adorable mujer babiana, que ronda ya los ochenta y tres años, siempre ha tenido esa maravillosa costumbre, la de inventar palabras que, accidental o providencialmente, tienen la capacidad de expresar significados sabrosos e irrebatibles: como en este caso, donde, bajo la férula de la generación más cínica y mediocre de la democracia, los tristes ciudadanos asistimos a su pantomima electoral entre flojos y aturdidos.

Cómo era aquello de «qué buen vasallo sería si tuviese gran señor»… pero no nos llevemos a engaño, pues los vasallos también tenemos nuestra parte de culpa (y no pequeña). A ver cómo si no se explican nuestra abulia y nuestra docilidad congénitas. ¿Se imaginan que, tras una hora de espera en un restaurante de postín, el cocinero, el marmitón y el sumiller (vaya, es ponerse a hablar de política y casi le sale a uno el título de una peli porno) saliesen a decirnos que no han conseguido elaborar el menú por diferencias culinarias insalvables? ¿O que dentro de un quirófano, cirujanos, anestesistas y enfermeros dejasen agonizar al paciente porque no les coincide el horario de salida laboral? ¡Qué atropello!, pensaríamos, ¡qué desfachatez!, ¡qué horror!, y sin embargo, eso mismo, si nadie lo remedia, estamos a punto de vivirlo y hacérselo perdonar a los responsables electos de la patria.

A sus ochenta y tres años de vida, Olvido parece curada de espantos y asiente irónicamente con la cabeza cuando le insinúo que tendrá que regresar a las urnas en breve. «Yo ya hice mi trabajo, que finalicen ellos el suyo», me dice, y como es domingo y en Babia uno tiende a la utopía y la ensoñación, me imagino a varios, muchos, millones de españoles negándose a acudir de nuevo a votar, dispersos por montes y playas, hablando de las monadas de los niños o de las mónadas de Leibniz, los colegios electorales vacíos como templos sin calefacción y los presidentes de las mesas, serenos y ociosos, dibujando monigotes en las papeletas. Nada parece apuntar a que tal cosa vaya a ocurrir y, mientras la amenaza de los mítines y los debates se cierne sobre nosotros, los sosámbulos, solo queda rezar porque una plaga de langostas o de sapos (como en aquella película con nombre de flor) limpie los cosos y los telediarios de pactos y promesas.

Posdata: Daría por bien exigida una rectificación, si no tenemos que volver a votar el 26 de junio. Amén.

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