La No Legislatura
C omenzó con grandes alharacas. Ha terminado abortada. Se pongan ellos todo lo estupendos que quieran pero lo único que han ofrecido ha sido charlotadas. Ha sido la No Legislatura, porque de entrada legislar no han legislado nada de nada de nada.
Su primera y previa obligación era elegir un gobierno y a partir de ahí comenzar la andadura. Pero no. Lo suyo era pretender atormentar al que ya estaba cesado y en funciones en vez de hacer sus inexcusables deberes.
Que se pusieron imposibles porque el chulo de la clase se puso en plan de que el único que podía ser presidente era él y nadie más aunque hubiera sacado suspenso en las elecciones. Este hombre Sánchez, tras mantenerse en la farsa durante cuatro meses sigue sin asumir el fracaso, continúa con su salmodia y comienza a dar síntoma de boxeador sonado. Porque, al margen suyo, la realidad del fiasco ya se ha impreso en el consciente colectivo y empieza a pesar como una losa.
La No Legislatura, presidida por el presidente de la Cámara más sectario que esta haya soportado desde el año 1977, ha dejado una imagen penosa. Porque delirante ha sido su actuación. Tanto en hechos como en modos. Lo más revelador eran unos modales de creerse el ombligo del mundo y poco menos que los inventores de la democracia, el parlamentarismo y del hilo negro y acabar demostrando no ser mar que unos novatos presuntuosos no muy largos ni de genio ni de ingenio que nos faltaban el respeto a todos. Pero quizás lo más esperpéntico y esclarecedor haya sido ese empeño en escenificar leyes y propuestas que eran y lo sabían fútiles salvas, pólvora gastada para simplemente hacer ruido. No había, sin investidura, ni cauce ni agua para hacerlas realidad. Pero ellos como si nada, venga a presentar y votar, venga a declamar soflamas y a salir en las teles que era, en verdad, lo único que les interesaba.
Dejan una sensación amarga, una mala resaca. Han hecho un serio daño a nuestra ya muy dañaba democracia. Y lo peor, ahora tenemos por delante encima, dos meses enteros de campaña. No creo estar muy alejado del sentimiento generalizado al decir que de algo estamos más que hastiados es de títeres y circo. Que nos los eviten en lo posible. Pero sé que pedir esto es un soñar con un imposible metafísico. No resta sino soportarlos y confiar que el 26-J y en su días sucesivos se recupere la cordura o al menos la necesidad se imponga.