Periodistas
A ntonio García Encinas lleva casi veinte años escribiendo en El Norte de Castilla , primero en dos delegaciones provinciales, después en la sección de Deportes, cubriendo la información del Real Valladolid, y en los últimos tiempos en la sección de Local, que es la trinchera más complicada de un periódico. Antonio, al que conozco desde que compartíamos un desastrado piso de estudiantes en Dehesa de la Villa y nos subíamos a un autobús urbano para asistir a clase en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid —el búnker, la llamábamos, por sus recios muros de hormigón— acude en ocasiones como profesor asociado a la Universidad de Valladolid y les enseña el oficio a los estudiantes de Periodismo. Les dice que nadie se hace rico, ni famoso, escribiendo información local, que no van a descubrir el Watergate , ni obligarán a dimitir a ningún presidente, pero que si no se desaniman, tendrá la oportunidad de publicar algo útil, que ayude a mejorar, humildemente, el entorno que pisan.
Antonio les dice todo esto con su barba y su coleta, sus gafas, sus vaqueros y su sudadera, y les rompe los esquemas a los estudiantes sobre la imagen que tienen de un periodista. Antonio, que ganó el Premio Cossío —se ríe— el año en que dejó de tener consignación económica.
José Manuel López, alto y desgarbado, callado, tranquilo, con ese aire, lo he dicho alguna vez, de cantante de Los Ramones, también se sale de la imagen que uno se hace de un fotoperiodista.
López, que empezó en la información local en La Crónica de León , está de vuelta en casa tras diez meses de secuestro en Siria. Se hizo freelance para dedicarse al periodismo que quería ejercer. El que habla de conflictos más o menos olvidados, que desaparecen muy rápido de las primeras páginas, entre otras cosas porque es muy difícil trabajar allí donde un informador es objetivo de guerra.
López no hace esto por dinero, ni por la fama, ni siquiera por simple supervivencia, porque hay que ganarse la vida de alguna forma. «Alguien tiene que contarlo», ha respondido alguna vez cuando le han preguntado por qué es reportero de guerra. Y como Antonio, mientras enseña las claves de la información local a sus alumnos de Periodismo en Valladolid, no hay ninguna impostura en su respuesta.