Diario de León
Publicado por
FRANCAMENTE JUAN CARLOS FRANCO
León

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L amentarse nunca conduce a nada de provecho y llorar tampoco soluciona lo más mínimo. Sin embargo, recordar nos debe llevar a no incidir en los errores cometidos, e incluso a poner cara a los responsables de nuestros males. De igual manera que estoy convencido de que las comisiones de seguimiento, mesas de trabajo, comités de los más variados pelajes a lo único que conducen es a una pérdida de tiempo, también considero que las jornadas de estudio, del tema que ustedes tengan por bien concebir, no dan para más que para la foto de rigor y, a lo sumo, para la publicación de un libro en memoria del asunto en cuestión.

Por eso no auguro que del congreso de expertos en Patrimonio que estos días se ha venido celebrando en Villafranca del Bierzo aporte las soluciones que esta villa, y sobre todo sus gentes, necesitan. El tiempo hace ya demasiado que se les escurrió entre los dedos a quienes debían de convertir esa villa en un referente patrimonial de la comarca, y en vez de eso dejaron que la misma se quedase reducida a poco más que un escenario de cartón piedra.

Fachadas que se desploman y nunca más se vuelven a levantar, contagiando con su gangrena a las edificaciones de ‘al lado’. Así se ha ido pariendo, con el paso de los años, de las décadas, y de los gobiernos de cualesquiera que fuese el signo político, un macabro juego de fichas del dominó que terminan en el suelo, poniendo un triste epílogo a una parte de la historia de nuestra comarca. Así nos hemos ido rindiendo irremediablemente a la carrera de la edad, pero sobre todo a la de la incapacidad de nuestros gobernantes.

Así se ha ido escribiendo nuestro penar, siendo la mayor de nuestras condenas nuestros propios recuerdos. Esas imágenes en blanco y negro de cuando nos calzaban pantalón corto de pana para ir a pasar el domingo acampados junto al Burbia y desde allí contemplábamos impresionados el ‘skyline’ villafranquino. O aquellas vivencias de una Calle del Agua repleta de vida y actividad, aunque esa fuese a costa de poner en riesgo nuestra salud en la ronda del chateo del fin de semana. Puede que intenten ahora dar una nueva capa de pintura a ese escenario de cartón piedra —aunque creo que ni eso, limitándose todo logro a una bonita declaración de intenciones—, lo que es irrecuperable es que la vida vuelva a latir tras esas piedras.

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