Diario de León
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flores del mal gonzalo ugidos
León

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P ues nada, o sea, que resulta que todo está a las dos menos cinco de irse al carajo. ¿Quién iba a pensar que iba a caer el Muro?, ¿que Australia participaría en Eurovisión?, ¿que  Axl Rose terminaría en AC/DC?, ¿que 27.000 voluntarios redactarían una enciclopedia borgiana on line, que se cargaría la industria de las enciclopedias? El progreso espontáneo de la producción colaborativa está creando lo que Jeremy Rifkin llama una «sociedad de coste marginal cero». Contratar coches con chófer por Internet (Uber) o alojamiento entre particulares (Airbnb) son aperitivos del mundo que se nos echa encima. Al final del proceso, muchas cosas —la electricidad, por ejemplo— serán gratis o costarán poco. Y adiós al dividendo. Esa es la buena noticia.

La mala es que no sabemos a dónde vamos. Son tiempos de incertidumbre y desorden en los que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento. Paul Mason ha escrito un libro titulado Postcapitalismo en el que anuncia que a la esencia camaleónica del capitalismo le quedan dos telediarios, que no da más de sí, vaya. Lo mismo dice Wolfgang Streeck en Buying time . Ni él ni Rifkin ni Mason son torvos bolcheviques patibularios; al contrario, son gente de orden que teme lo que augura. El aumento de la desigualdad, la caída del crecimiento y el engorde de la deuda son una bomba de relojería. Estamos en fase ‘beta’, en tiempo de descuento, en el minuto yugoslavo que acabará cuajando en algo radicalmente nuevo. Y acongojante: a mediados de siglo, la inteligencia artificial dejará en el paro al 50% de las clases medias, eso como poco. El único paliativo será la Renta Básica, necesaria para socializar los costes de la automatización y compensar la precariedad laboral. ¿De dónde saldrán los impuestos para eso? No se sabe, no se contesta.

Nadie tiene el mapa para salir del atolladero, solo vemos que crece. Si al lío económico se suman los desastres ecológicos y el desbarajuste geopolítico acabamos como el rosario de la aurora. La analogía con los años 30 del siglo pasado pone los pelos como escarpias, lo vemos en el ascenso de populismos y neofascismos en Europa. El paro, la recesión inacabable y los recortes non stop dejan a una parte creciente de la peña sin esperanzas de comer caliente y con ganas de votar cualquier cosa. Véase Austria. Es lo que pasa cuando el sistema se gripa, que el personal se expresa con rabia porque siente que los poderes pasan de él. Lo dicho, o sea, que el mundo es bello, cruel e imprevisible. Decía Niels Bohr que predecir es muy difícil, sobre todo el futuro; pero yo me mojo: al final va a tener razón Marx y no habrá indulto para el capitalismo.

PD. Al que sí han indultado es al Toro de la Vega, hora era.

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