TRIBUNA
El cuento de la cirugía pediátrica
C omo usuario del Sistema de Salud, me gustaría comentar el artículo publicado en este periódico el día 4 de abril de 2016 en relación al tan traído y llevado asunto del Servicio de Cirugía Pediátrica. En primer lugar, el título llama la atención Primera cirugía urgente a un prematuro en su cuna ya que, aunque la palabra «urgencia» sea alarmante, todos los profesionales sanitarios saben que hay intervenciones que se realizan como «urgencia programada» y otras como «urgencia vital», y su diferenciación a veces es muy elástica y personal.
Y respecto al lugar donde se realizó, en su cuna incubadora, a un prematuro dicen que es ahí donde debe hacerse, esté la cuna en quirófano o en la UCI neonatal. Pero no vamos a entrar en cuestiones técnicas ya que no es el objetivo.
En segundo lugar quiero felicitar a todos los que participaron en la intervención, a todas las enfermeras, Tcaes, celadores, personal de limpieza… por el buen trabajo realizado, ya que sin la participación de estos trabajadores, toda «la asistencia especializada de los pediatras neonatólogos e intensivistas, anestesistas pediátricos y el equipo de cirugía pediátrica», no hubiera podido llevarse a cabo. Vemos que para ciertas personas, y no me refiero a la periodista que redactó el artículo, parece que solo hay una categoría profesional que trabaja en el sistema sanitario, que solo gracias a ellos el paciente recupera su salud o estado de no enfermedad.
En tercer lugar, formular ciertas preguntas sobre los datos que figuran y cifras que se manejan: si en seis meses el Servicio de Pediatría, con dos profesionales (uno de ellos por cierto con la categoría y sueldo de jefe de Servicio) «ha realizado ya 160 operaciones mayores y otros 20 procedimientos menores» y que «casi 200 niños tenían que ser derivados a Burgos cada año para someterse a operaciones menores», esto quiere decir que en medio año se han operado el 90% de los traslados. Si la creación del servicio era para evitar los traslados, ¿ya no se intervendrán mas que a 20 niños durante el resto del año? Y si se siguen realizando más intervenciones, ¿cómo es que aumentan el número cuando la población de León disminuye y muchos de los que quedamos ya peinamos canas? ¿Toda la patología ahora es mayor y solo hay 20 procedimientos menores? ¿A qué llama procedimiento mayor: a una hernia umbilical, una criptorquidea o una broncoscopia?
Si otras especialidades continúan operando a sus menores, como son ORL, traumatología, neurocirugía, oftalmología, maxilofacial, entonces, este servicio, ¿qué procedimientos hace?, ¿los que ya se realizaban anteriormente a su aparición por los especialistas oportunos de urología y cirugía general por ejemplo? Y todavía se podrían formular más preguntas. Por lo tanto, no se puede decir que la cartera de servicios es «completa e integral», ya que además, los casos verdaderamente graves deben seguir trasladándose a hospitales de referencia, donde llevan muchos años tratando esas patologías, con muchos casos realizados.
Y no se puede asustar a la opinión publica diciendo que pueden surgir complicaciones en los trayectos, no muy diferentes a las surgidas dentro del hospital. En estos momentos, para el traslado de pacientes el problema de seguridad, tiempo y transporte no es importante como podía ser en el siglo pasado, ya que disponemos de buenos helicópteros sanitarios, UVIs móviles y excelentes profesionales para poder atender a los pacientes durante el mismo.
La calidad de la atención a la población infantil y adulta no se basa en que se eviten o no los desplazamientos. Que conste que la crítica no se centra en la capacidad profesional de los que hacen su trabajo en el entorno de la Cirugía Pediátrica (médicos, enfermeras, etc). Es un reproche hacia las personas que nos intentan contar un cuento, vender un cambio que no existe y que puede no justificar el dinero que se ha invertido en su creación: representantes y algunos miembros de un colectivo sanitario especifico.
Y es que el dinero invertido es de todos los contribuyentes y como tal hay que gestionarlo debidamente, con una cierta ética profesional y no por presiones socioprofesionales, que como en las demandadas en otras épocas (recuérdese la reclamación de «hospitales» en Astorga y Villablino) hubo un gasto inútil.
Ahora nos echamos las manos a la cabeza porque hay todo tipo de infraestructuras inutilizadas o con un coste elevadísimo de mantenimiento que no nos podemos permitir. Pero antes todo el mundo las exigía: piscinas climatizadas, polideportivos, bibliotecas, museos, auditorios, palacios de congresos (por cierto, ¿por cuánto va a salir el nuestro?).
Con la sanidad va a pasar lo mismo. Y no hay que ser demagogos ni hipócritas: tenemos una muy buena sanidad pública para que por intereses de ciertas personas que incitan a la sociedad a demandar servicios cuya justificación sanitario económica es muy dudosa, la perdamos nosotros y las futuras generaciones. Tenemos que disponer de buenos centros de referencia y no cada pueblo el suyo.
Todos queremos ser atendidos por el mejor profesional, sea en el lugar que sea. Si es en el mismo lugar de residencia mejor, pero no a cualquier coste, por que lo que se gasta de una manera muy alegre y con una justificación muy dirigida, lo pagaremos en el futuro. Y llegará el momento que empiecen a surgir casos en el mundo sanitario como los que estamos viviendo en otros aspectos y ámbitos de la sociedad, cuando se indague sobre este tipo de decisiones. Y es que dentro de la sanidad hay mucha gente que cuenta cuentos: iremos por capítulos.