Rajoy se salva
T odo empieza a encajar. La precampaña electoral —repetir las elecciones era la secreta aspiración de Mariano Rajoy— está dando los primeros pasos y también los primeros frutos en forma de encuestas. Todos los sondeos conceden ventaja al PP para perplejidad de cualquier observador ajeno a las peculiaridades de la vida política española... vista la ristra de casos de corrupción que les afectan. El último es la guinda: fijación de una fianza millonaria como medida cautelar en el conocido caso de la presunta financiación ilegal del propio partido. Pero, ya digo, el PP (más que Rajoy) sigue teniendo una parroquia fiel y de creer lo que dicen las encuestas, no habrá castigo en las urnas.
Aquí, al igual que durante tantos años sucedió en Italia con la DC, la corrupción apenas pasa factura. O es minúscula. Lo que vino después está muy reciente y es historia más conocida. Lo que puede tener interés a efectos de su comparación con España es la creación de climas políticos artificiales. Analizando la estrategia seguida en Italia para frenar el paso a los comunistas se encuentran notables coincidencias con lo que ha venido ocurriendo en España tras la irrupción de Podemos. Llama mucho la atención las facilidades mediáticas que han permitido a Pablo Iglesias y a sus compañeros pasar de ser un movimiento anti sistema articulado en círculos universitarios más o menos radicalizados a un partido con un amplísimo respaldo electoral conseguido en poco menos de dos años. Es un caso único. Digno de ser analizado como fruto de una estrategia exitosa ideada para crear en poco tiempo una fuerza capaz, en este caso, de disputar el liderazgo de la izquierda al Partido Socialista, antagonista clásico del PP. En eso está ahora mismo la formación cuya cabeza más visible es Pablo Iglesias. Al PP le viene bien que las izquierdas se devoren entre sí porque Rajoy se salva. Pero la vida de un país es larga. Y lo que hoy le viene bien a Rajoy quizá no sea lo que más les convenga mañana a los españoles.