Esclavos de sus propios pactos
A quello de que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras no se lo aplican en general los políticos y menos aún cuando andan enfrascados en campaña electoral, donde, dando por descontado que las palabras se las va a llevar el viento, no aprovechan ninguna oportunidad de callarse.
Aunque hay especialistas en decir al mismo tiempo una cosa y su contraria, en esta ocasión, reciente la campaña de diciembre y el tactícismo y/o postureo ulterior, la grey política tiene algo más difícil hacernos comulgar con ruedas de molino. El tradicional fuego cruzado de todos contra todos hoy no es de recibo. Resultaría casi grotesco, por ejemplo, que Pedro Sánchez y Albert Rivera se liaran de nuevo a mandobles después de haberse embarcado juntos en la fallida investidura del primero. Esclavos de ese pacto, del que en ningún momento han renegado, PSOE y Ciudadanos no tienen otro remedio que mantener un pacto de no agresión.
Amenazado como partido hegemónico de la izquierda, Sánchez está dedicando sus ataques más virulentos a Unidos Podemos, al que no duda en presentar como un aliado fáctico del PP en su interés común de relegar al PSOE. Esa línea de ataque, que en la práctica favorece una bipolarización que le perjudica, choca con la realidad de los pactos gracias a los cuales los socialistas arrebataron al PP el gobierno de media docena de comunidades autónomas. Aunque no tengan la menor simpatía por Pablo Iglesias, los Ximo Puig, García Page, Fernández Vara, Lambán y compañía no pueden ser beligerantes con los que apoyaron su investidura y les permiten gobernar en minoría.
Del mismo modo, otros pactos municipales y autonómicos, en este caso los suscritos por Ciudadanos, obligan a modular los ataques del PP al partido de Albert Rivera. El trazo grueso de presentarle como «el aliado preferido por Sánchez» no se compadece con el hecho de que el partido naranja facilitara el pasado año la continuidad del PP en los gobiernos autonómicos de Madrid, Rioja, Murcia y Castilla y León, en este último caso mediante un acuerdo de gobernabilidad que ha constituido un cheque en blanco para Juan Vicente Herrera. El sambenito de filosocialista se lo podrá colgar el PP a Rivera en Andalucía, pero no en esta comunidad, donde también lo tiene como aliado en cinco capitales de provincia y en una Diputación provincial. Veremos con qué juegos malabares sortean unos y otros todas estas contradicciones.