Diario de León
Publicado por
LA LIEBRE ÁLVARO CABALLERO
León

Creado:

Actualizado:

V a con retraso, lo sé, pero esto es un cadozo, no un rabión del río del periodismo. Va con retraso porque el pregón de la feria del libro en León, regalado por Tomás Sánchez Santiago, acumula ya más de dos semanas de poso en las que el discurso, brillante e hiriente, ha pasado por la ciudad como todo lo importante: entre la desidia de los aludidos que se ponen de perfil y el desconocimiento de los afectados que no saben que se les reclama. «Ojalá que estos juicios algo airados hagan recapacitar en nuestra ciudad sobre la necesidad de recobrar antes de que sea demasiado tarde el resplandor y la dignidad de las palabras», remató el escritor su intervención sobre la deriva institucional de la cultura y el abandono de una parcela social tomada por los charlatanes, los farsantes y los vendedores de crecepelo.

Pero pese al retraso, la alerta la atropella la actualidad sin que haya posibilidad de apartarse de sus efectos. La advertencia se difumina en una semana en la que la casa de Félix Gordón Ordás, quien fuera presidente del Gobierno de la República en el exilio, se cayó por inanición, como siempre que nadie quiere tener la culpa. Se vino abajo al descuido después de años de gritos sordos para restaurar a una figura arrinconada a la que apenas se recordaba en una humilde placa en la fachada; mientras, por la ciudad se reparten grandes cartelones adosados incluso a monumentos históricos, como la muralla, con esa manía del Gobierno y la Junta de mear en las esquinas como los perros para dejar sus anuncios. La alarma lanzada por Sánchez Santiago se esfuma en una ciudad en la que el legado de Victoriano Crémer, cerrada la casa joya de la Fundación Carriegos, se pudre en cajas almacenadas en sótanos sin que el Ayuntamiento tenga una mínima idea de lo que quiere hacer, entretenido como anda en bruñir el cáliz de Doña Urraca a ver si sale el genio del turismo a salvarnos. No vale con eso, ni con anuncios para resucitar el proyecto de León Ciudad Literaria, que se volverá a quedar en humo a la vez que se abandona a su suerte a colectivos como el Club Leteo. Nos quedará el Ágora, nos salvarán los bares como el Belmondo o el Benito y nos rescatarán los pregoneros que no se callan. «Los libros se venden; las palabras, no», avisó el autor de la deliciosa novela Calle Feria .

Luego, no se leen más que bobadas. A los hechos me remito.

tracking