Diario de León
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FUEGO AMIGO. ERNESTO ESCAPA
León

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Un pinar de repoblación mudó el aspecto de páramo ocre y estéril de Camposagrado, que siglos atrás espantara a Jovellanos cuando se acercó al monasterio de Otero y a los filántropos que subían a Laciana. Pero lo que no han conseguido apagar ni el adorno de los pinos ni el desbarajuste del mezquino casulario repartido a un lado y otro de la carretera que acompaña al cordel de las merinas, es su reverberación de lugar enigmático. Además del pinar, da personalidad a este espacio el santuario mariano vinculado por la tradición a los tiempos de la Reconquista, que mañana celebra su romería de rogativa primaveral. Aunque el templo es una construcción del dieciséis muy modificada, conserva una imagen románica de la Virgen utilizada durante siglos como tope de una puerta. El santuario marca el límite entre los municipios de Carrocera y Rioseco de Tapia, circunstancia que dio pie a lo largo de los siglos a enconados litigios sobre a quién correspondía portar el pendón. Una cofradía centenaria regula el calendario de rogativas y romerías.

Este domingo volverán a peregrinar los caminantes, entre los que se anuncia la comitiva que partirá desde la Portalina de Viñayo, el pueblo de las mujeres más guapas de mi comarca. Los peregrinos de la asociación El Codojal pasarán por Otero y por su barriada de las Casas Baratas para girar hacia Benllera y seguir la huella del cordel merinero hasta Camposagrado. La tradición sitúa en Camposagrado un episodio de la Reconquista, dirigido por el capitán Colinas, autor de la estratagema de los 13 pozos que llevan su nombre. Los pozos se encuentran al lado del cordel. Según la tradición, fueron excavados en una noche por los soldados cristianos para esconderse en ellos y preparar una envolvente fatal a las tropas musulmanas. Como pago, Colinas recibió el señorío de un valle cercano bautizado en recuerdo de la proeza. Tusinos es el nombre del paraje, situado en Cuevas de Viñayo, que resume la felicitación de Pelayo: «Tú sin nos los has vencido, y este será tu apellido».

En cambio, los arqueólogos interpretan los 13 pozos como depósitos del agua traída por los romanos desde el río Torre para explotar el oro de las medulillas del Cillerón y de Villarroquel. La administración protege su entorno, para que no se repita el destrozo ocurrido hace tres décadas con las construcciones megalíticas del kilómetro 22, arrasadas por las brigadas forestales. Los pedazos de aquellos gigantescos menhires fueron llevados al Portillo de León para servir de peana al Quijote meditabundo de Víctor de los Ríos. Luego el pensador bajó al campus de Vegazana, y nadie acierta a calibrar si los pedruscos que lo sostienen siguen siendo los mismos o los sepultó la sede corporativa de Caja España.

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