Diario de León
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CUERPO A TIERRA. ANTONIO MANILLA
León

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Con la liebre y la tortuga como protagonistas hay al menos dos fábulas, y, aunque una se tiene por filosófica, no es menos fabulosa que la otra.

El cuento conocido por todos es el de la carrera en la que la liebre, aventajando en mucho a la tortuga, se echa a dormir debajo de un árbol y al final es adelantada y vencida por ésta: la evidente moraleja es que la constancia puede resultar superior al talento, que la mejor lotería es el trabajo de cada día.

La otra es la paradoja de Aquiles y la tortuga, siendo el veloz Aquiles trasunto del lepórido: si la liebre da una ventaja a la tortuga, le será imposible alcanzarla porque mientras lo intenta aquélla habrá avanzado otro trecho, y así siempre, en una sucesión de cada vez más pequeños infinitos que sumados llegan a dar un número finito. Aquí no hay paradoja ni moraleja, sino sofisma, aporía. Cualquiera puede hacer la prueba de tratar de alcanzar y adelantar a un niño. El urdidor de este espejismo intelectual, Zenón de Elea, seguramente lo ideó tras un banquete nocturno bien regado de hidromiel, no faltan quienes apoyan que de entonces le quedó el nombre con el que le conocemos, que se popularizaría rápidamente entre sus contemporáneos. No fue el primero ni será el último en ganarse un mote glorioso en una noche de jarana.

Traemos aquí estos dos ejemplos porque nos parecen de apropiada aplicación a la situación con la que afrontan los dos partidos mayoritarios la cercana cita electoral. Convencido uno hasta la arrogancia de la bondad de todo cuanto ha hecho en estos años, confiado el otro en que la ligera ventaja de su impulso centenario ha de bastarle al menos para mantener la plata al cruzar la línea de meta en esta repetición de la carrera. Y tienen en el cogote el aliento de dos jóvenes aspirantes que la falta de músculo la suplen con mucha ilusión y voluntad. Uno tiene la impresión de que este desencanto, esta poca disposición de los líderes «naturales» tiene que ver con movimientos a su alrededor que desconocemos, aunque los intuyamos. Apáticos los dos, como incrédulos ante cuanto está ocurriendo, caminan hacia la línea de salida como japoneses bajo los efectos del Musac.

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