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SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS ?ARTURO PEREIRA?

Homofobia

Publicado por
León

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E s lamentable que recurrentemente debamos hablar de temas como el que lleva por título este artículo. No le quedan a la zaga el racismo, acoso en las aulas, o discriminaciones y barbaridades de todo tipo. No somos capaces de articular nuestra mente ni nuestro discurso con una base racional que debiera conducirnos hacia el total respeto hacia los demás.

He leído en este periódico que la ciudad de León implementará un programa para combatir la homofobia. Es lamentable que tengamos que llegar a estos extremos. Todo tipo de discriminación es un síntoma de que nuestra sociedad está enferma. Digo enferma porque parece necesario recordar que vivimos en el siglo XXI. Tenemos miles de años de evolución de la cultura occidental y si hemos asimilado y trasladado al mundo de los derechos y libertades fundamentales una pléyade de valores que facilitan nuestra convivencia, no los materializamos de forma eficiente.

Discriminar a una persona por su orientación sexual, es además de injusto y mezquino, inútil. No reporta nada positivo a quien se erige en actor de tal conducta más allá de una falsa sensación de superioridad moral. Lo mismo ocurre con aquellos que practican el racismo. Más allá de deteriorar la convivencia social y degradar a quienes se creen superiores por tener un determinado color de piel, degrada al racista.

Atenta contra el Derecho natural aquel que se considera superior a los demás por el mero hecho de considerarse integrante de una raza superior. Pero, lo que ya es la bomba como se dice vulgarmente, es considerarse mejor que otro por el mero hecho de no ser homosexual.

Soy de los que considero que la valía de una persona se mide por los valores de los que es depositaria y por su intento sincero de practicarlos en beneficio de la sociedad. Entre ellos está el respeto por lo diferente, nos guste o no, pero la convivencia pacífica tiene como uno de sus fundamentos no sólo el respeto a los demás, sino la obligación de esforzarse por entender las conductas ajenas. El único límite de «lo diferente» es su nocividad para el bien común. Lo que resulta nocivo para el bien común es conocido por todos. La intolerancia, el dogmatismo, la falta de empatía… Todo ello es el cáncer que corrompe la sociedad y hace más difícil nuestras vidas.

Siempre hubo peleas en los colegios entre los niños. Recuerdo que era inevitable que algún, antes le llamábamos abusón, se aprovechara de la debilidad de otros niños y les hiciera la vida difícil. Bueno, en general unas veces tocaba que te sacudieran y otras veces podías repartir. También recuerdo que uno de los juegos que teníamos en el colegio era el de «las peleas». Esto solía comenzar de broma pero a menudo acabamos a «leches» pero en serio. Al llegar a casa sangrando cobrabas de nuevo y se terminaba la jornada hasta el día siguiente.

Lo que ocurre ahora es diferente. No se trata de peleas más o menos institucionalizadas y asumidas por todos los niños, incluso la figura del abusón que cada colegio tenía el suyo. Ahora se trata de marginar a un niño o niña hasta el extremo de amargarle la vida. Esto es inadmisible. Simplemente no tiene un lugar en una sociedad que es heredera del humanismo cristiano. Se activan mecanismos para intentar corregir este tipo de conductas, en los colegios, actuaciones de la fiscalía y no sé cuantas más.

Cualquier tipo de discriminación no sirve para nada. Lo mejor para combatir todo tipo de conducta discriminatoria pasa por la recuperación de valores tradicionales en la familia y en la escuela. Sólo formando ciudadanos con valores, que todos sabemos cuales son, conseguiremos erradicar de nuestra sociedad conductas que no se corresponden con la razón y nuestra naturaleza de seres inteligentes.