Tierra adentro
La lucha minera no ha muerto, dicen los cuatro trabajadores encerrados desde hace casi dos semanas en la Hullera Vasco Leonesa para reclamar el cierre ordenado de la explotación de carbón más moderna de España. Se encuentran en la planta ciento noventa del Grupo Túnel, a casi doscientos metros bajo tierra, a novecientos sobre el nivel del mar. En Santa Lucía de Gordón. Pero conviene no confundir la humedad de las galerías con el sabor del salitre. El aire de los ventiladores con la brisa del océano.
La lucha minera no ha muerto. Lo dicen con las caras tiznadas de carbón, como deshollinadores, vestidos con el mono de trabajo, el casco blanco, la linterna encendida sobre sus cabezas, mientras posan para los fotógrafos que han bajado a verles y responden a las preguntas de los redactores.
Leo sus nombres, Elías, Álvaro, Daniel y Sócrates. Observo sus caras en la primera página de este periódico. Y recuerdo otros encierros en los últimos veinte años, en el Bierzo Alto, en la cuenca de Fabero. Toda la épica, y me atrevo a escribir que toda la mística, del carbón están encerradas con ellos en esa fotografía. Caras sucias, barba de algunos días, fraternidad minera.
Y pelean para que la clausura de las vetas de carbón de la Montaña Central, el sellado de pozos y galerías planificado, presupuestado y firmado este año, se lleve a cabo cuanto antes y doscientas familias vivan todavía unos meses de una actividad imprescindible para que las aguas subterráneas y el grisú que se esconde en los túneles no supongan un problema para las poblaciones vecinas; Santa Lucía y La Robla. Advierten además los ingenieros y los administradores concursales de lo peligroso que resulta retrasar la clausura de la explotación durante más tiempo.
La lucha minera no ha muerto. Los cuatro mineros encerrados en la Hullera Vasco Leonesa, manchados de carbón, son la prueba de ello. Pero la mina, esa forma de vida que ha marcado la historia del siglo XX en esta provincia, agoniza. Y sólo queda pelear —como en Mar adentro, aquella película de Alejandro Amenábar que abrió el debate sobre la eutanasia— porque tenga una muerte digna, un cierre ordenado, un entierro a la altura de su leyenda.