EDITORIAL: Desconcierto y temor en una UE que será mucho peor después del ‘brexit’
La hipótesis increíble, avalada en su negación por las encuestas de los días previos e incluso por las de última hora, acabó convirtiéndose en realidad: Gran Bretaña abandonará la Unión Europea tras 43 años de permanencia en ella. Incredulidad, incertidumbre, temor y consternación fueron la primeras sensaciones de esa decisión, horas antes impensable, adoptada por el estrecho margen del 52% de los votos y cuyas consecuencias trascienden los ámbitos político y económico y unas reacciones tan inmediatas como inesperadas. Más allá de las conclusiones sustanciadas a partir de los análisis de urgencia relativos a esos aspectos, el triunfo del brexit —duda hasta ese momento en un sector de la sociedad británica y temor unánime en el resto de la comunidad europea— abre una enorme fractura en la UE, un proyecto permanentemente cuestionado por muchas razones y desde distintos territorios, nunca totalmente desarrollado y ahora seriamente amenazado por la marcha de un socio clave.
Porque la salida de Gran Bretaña no sólo debilita los cimientos sobre los que se intentaba construir esa nueva Europa, sino que también torpedea su estructura y la actual configuración geopolítica desde un doble frente: por un lado porque su decisión podría ser secundada por países como Dinamarca y Holanda, donde ya se ha planteado esa posibilidad y, por otro, territorios como Escocia e Irlanda del Norte podrían plantearse el abandono de Gran Bretaña para seguir acomodados en el seno de la UE, creando inestabilidad y rompiendo el equilibrio en el que hasta ahora se sustentaba su convivencia.
Aunque la Unión Europea se levantó sobre avances económicos —el mercado único y el euro—, la base es puramente política —un conglomerado de estados amasado por vínculos históricos, sociológicos y culturales— y su débil eje sólo la creencia de conveniencia de que no podría romperse. Pero, ideada por los poderes económicos y políticos dominantes, es innegable que la UE está detrás de muchas de las políticas generadoras de graves problemas como desempleo, pobreza, desigualdades, exclusión, precariedad, recortes sociales, privatizaciones, corrupción, despilfarro, etcétera... Y esas políticas de austeridad han llevado a que entre la ciudadanía, indefensa ante los recortes sociales, se fomentase el apoyo a los partidos antieuropeístas. En ese sentido, sólo con un cambio radical de estrategia en favor de una mayor cohesión social posibilitaría una Europa más justa, equitativa, integradora y de progreso que garantice los derechos de todos sus ciudadanos. Las consecuencias del brexit son todavía inabarcables, pero una cosa sí es segura: el futuro del Reino Unido y de Europa va a ser mucho peor por separado. Si la unión hace la fuerza, todos seremos más débiles tras esta decisión más pasional que racional y sobre la que, seguro, no faltará arrepentimiento.