Odio engendra odio
P or encima de las consecuencias económicas, que sin duda va a tener para los británicos y para los europeos; por encima de las políticas, que van a ser muy serias, entre ellas el descrédito de los partidos y de los políticos y su distanciamiento de los votantes; por encima del cheque en blanco que David Cameron ha regalado a los populistas; y por encima también del daño, tal vez irreversible, para las economías domésticas de los británicos, me preocupa el crecimiento del odio que se está produciendo en sectores de Gran Bretaña.
En Gran Bretaña y también en Europa hay grupos, afortunadamente todavía minoritarios, que están esperando el pistoletazo de salida para emprender la lucha contra el que no es como nosotros. El mestizaje, que es una las grandes cosas que España dejó en América, es rechazado por muchos. Y el brexit parece ser la manera de sacar a la calle esta amenaza, de utilizar el odio como arma de destrucción masiva. Todavía seguimos distinguiendo «al otro», al diferente por su color de piel, por su origen, por sus creencias, por sus inclinaciones. Le distinguimos y le rechazamos. Con violencia, con abuso de la fuerza, en grupo, aprovechando el miedo.
El odio es también lo que ha sembrado el terrorismo que mata en Nueva York, en Madrid, en París, en Londres, en Bruselas o en Turquía. Indiscriminada pero intencionadamente. «El odio es la venganza de un cobarde intimidado», decía Georges Bernard Shaw. Contra el odio hacen falta políticas serias de los Gobiernos europeos, una declaración activa de principios, una lucha a muerte contra los que quieren acabar con una Europa unida, libre, patria de los derechos humanos. Aunque los políticos europeos no estén respondiendo al reto de la inmigración, aunque hayan dejado en manos de Turquía el freno a los que huyen, deben ser conscientes de que los enemigos no son los que llegan buscando paz y seguridad, una oportunidad para vivir, sino los que siembran el odio. Da igual que estén fuera de las fronteras o en nuestra propia casa. Hay que combatir el odio contra el diferente, hay que castigar duro a los violentos porque este es un delito de lesa humanidad. Y hay que trabajar en el corazón de los países donde se genera la desigualdad más absoluta, porque sólo ayudándoles a crecer y a recibir una buena educación, podremos acabar con el odio asesino.