TRIBUNA
Aclaraciones a (des)tiempo de un minero que fue alcalde
E l destiempo de esta aclaración viene dado, obviamente, porque no quería que fuesen utilizadas contra Izquierda Unida en campaña electoral.
¿Por qué he dimitido como alcalde? En realidad no tenía otra opción, o era coherente o me convertía en lo que siempre he criticado.
La decisión de Izquierda Unida de no firmar la propuesta de la Mesa del Carbón, no me dejó otra opción. Siempre llevé como bandera dos cosas, en esto del carbón, por un lado que había una sola línea de actuación dentro de IU y que ésta era la misma desde las juntas vecinales hasta Bruselas. Por otro lado que no se podía decir una cosa en Gordón y otra en Madrid, y que la presión para que tu partido la notase era la carta de dimisión. Lo dije antaño y, afortunadamente, lo puedo seguir diciendo hoy. Lamento las molestias causadas a quienes quedan retratados con la coherencia de mi decisión.
¿Ha dejado Izquierda Unida de defender el carbón nacional? Desde mi punto de vista sí. Pero lo triste es que esta pregunta no tiene ningún sentido porque, en un hipotético gobierno, IU no habría decidido la política energética, lo hubiese hecho Podemos, y en ese hipotético gobierno de Unidos Podemos, no tenía entrada el carbón. Y si alguien quiere saber más sobre esta afirmación que pregunté a Ana Marcelló o a Rafa Mayoral que tan amablemente vinieron a explicármelo en la planta sexta del Hospital el día 1 de junio (fíjense en la fecha).
Este año ha sido un año muy duro, en lo personal y en lo institucional, pero poco a poco hemos ido tirando hacia adelante. Conscientes de las dificultades, conscientes del desgaste, personal y político, pero también conscientes de estar haciendo todo lo que humanamente podíamos hacer. Conscientes de que «hacer las cosas de otra manera» es tan posible como necesario. Conscientes de que el ejemplo es el mejor mitin. Y conscientes también de que más allá de las críticas insustanciales, vertidas por los insustanciales de turno (es decir, aquellos que estaban esperando a ver qué decía yo para emular a Unamuno con aquello de «no sé de qué se trata, pero me opongo»), más allá de todo eso, los gordoneses empezaban a ver en nosotros algo diferente, algo distinto y que apuntaba muy bien.
¿Qué hubiese pasado si no hubiese dimitido? Sencillamente hubiese sido un martirio. Mi propia tortura interna y la infligida por quienes desde el minuto uno ya pedían mi dimisión (y que curiosamente cuando dimití les pareció innecesario), quienes no supieron aceptar que una vez perdida por el PP la Alcaldía habían perdido toda influencia(y que mucho menos han sabido aceptar que uno cumple su palabra y por eso siguen mintiendo sobre las causas de mi dimisión), quienes no han digerido la conferencia que dimos en noviembre, sobre el carbón, en La Robla (esos que ya tenían preparada la tienda de campaña para montarla en la entrada del ayuntamiento), o esos que se iban a replantear el apoyo a la Alcaldía, al no defender IU el carbón (y que se lo replantearon hasta el día 26, claro, ahí, con el fin de la campaña electoral, se acaba el interés del PSOE por el carbón, como siempre), todos juntos, (que no suman más de docena y media), hubiesen hecho imposible llevar a cabo nuestro proyecto político, sencillamente porque nuestro proyecto político estaba basado en hacer las cosas con coherencia, dignidad, justicia y ejemplo. Nosotros llegamos ahí para «hacer las cosas de otra manera» y, les guste o no les guste a los unamunianos, resentidos o vendidos de turno, las hemos hecho. Y, les guste o no les guste, nos hemos ido con la dignidad intacta.
Hay otra cuestión a aclarar. ¿Por qué no me fui de IU y me quedé de alcalde? Sencillamente porque uno siempre ha mantenido, y mantiene, que el acta es del partido por el que se presenta, lo contrario es ser un tránsfuga. Mantener esto era una cuestión de coherencia y dignidad ¿les suena?
Entendemos que esta sociedad, donde las urnas se llenan de votos hacia ‘presuntos’ corruptos, se sorprenda ante un caso de dignidad. Entendemos que los que han quedado retratados (los que desde las barras del bar de la plaza o de la carretera, y siempre a nuestras espaldas, decían que se pide muy fácil la dimisión de otros, pero se ejecuta muy mal la de uno) estén preocupados porque se les ha caído encima un chaparrón de coherencia y dignidad y, entendemos también que, para tapar sus vergüenzas, mientan y calumnien, (es lo que les queda para pasar el bochorno). A todos ellos les decimos: con la cabeza alta entramos y con ella alta nos vamos, no todos pueden decir lo mismo.
Si me permiten este último párrafo quisiera dedicarlo a quienes de verdad se lo merecen. Primero a los gordoneses por permitirme ser su alcalde. Al equipo de trabajadores del Ayuntamiento que, con mínimas excepciones, siempre han estado ahí (mil gracias sobre todo a los de la casa que tantísimo nos ayudaron). A los siete concejales o candidatos, siete de once, que apoyaron mi decisión demostrando, abrumadoramente, quién estaba solo y quién no. Muy especialmente a Bárbara Aldeano y a José Antonio Alonso cuyo concepto de lealtad y sacrificio nunca podré recompensar. Y, sobre todo, gracias a mi familia, por su paciencia y amor.