Desde la tribuna
L a tribuna del Congreso de los Diputados será, gobierne quien gobierne, el auténtico centro de poder. Se acabaron los rodillos y las leyes aprobadas por decreto; el Consejo de Ministros estará severamente condicionado por las decisiones que se tomen en el Parlamento, y el acuerdo y la discusión entre grupos se convertirá en la base de la gobernanza. Eso es lo que el pueblo ha querido y eso es lo que los diferentes partidos y el mismísimo Gobierno deberán aprender. Porque la diferencia de esta cámara con las hasta ahora conocidas necesitará de un aprendizaje por parte de todos, no sólo de los políticos sino también del pueblo soberano, que deberá acostumbrarse a las cesiones que sus partidos, por mucho que les pese, tendrán que hacer para que este país funcione.
Desde la tribuna, el Partido Socialista deberá recomponerse y volver a ganarse el aprecio perdido, ejerciendo inteligentemente como oposición y consiguiendo acuerdos, próximos a su programa, con los que mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
Desde la tribuna, Podemos deberá mostrar un talante menos prepotente para convertirse en un partido de verdad, por muy viejo que les resulte el término, que renuncie a utópicos asaltos de los cielos y asiente sus pies en la tierra.
Desde la tribuna, Ciudadanos tendrá que abandonar ambigüedades y definir su espacio diferenciado del PP. Dejar claro qué es lo que son y qué es lo que quieren ser de mayores.
Desde la tribuna todos tendrán que llegar a acuerdos sobre educación que permitan salir de los últimos puestos en futuros informes Pisa, retomar nuevos pactos de Toledo que aseguren la viabilidad de un sistema de pensiones que está al borde del naufragio, devolver la sanidad al camino de eficacia, luchar por mejoras en el empleo, en su cantidad y en su calidad, abandonando la senda de la auto complacencia, emprendida por el actual Gobierno, ante la creación de puestos de trabajo basura.
Desde la tribuna todos los partidos tendrán que dejar de mirarse el ombligo para pensar en España y sus ciudadanos. Será difícil; primero, porque hay muy poca o ninguna experiencia en esas tareas, y segundo porque el miedo a defraudar expectativas siempre ha atenazado a los políticos de todos los colores; y es que las cesiones necesarias tardan en ser asumidas por una ciudadanía también muy mal acostumbrada pero muy inteligente que no sólo sabrá comprender sino que también sabrá premiar el sentido de Estado.