Diario de León
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FLORES DEL MAL Gonzalo Ugidos
León

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P ete Best tiene ya 74 tacos. Fue el batería de un grupito de Liverpool llamado The Beatles y lo abandonó antes de que consiguieran el primer contrato. El resto la vida que le quedaba por vivir la ha vivido de rebajas. Me entristece pensar en Pete Best; pero de vivir de rebajas sabemos mucho por aquí, es lo que nos ha tocado aunque nunca hayamos tocado la batería. Incluso a la hora de votar estamos condenados a elegir entre saldos. Cuando vota, la mayoría solo satisface una parte mínima de sus verdaderos anhelos, no elige lo que quiere, sino lo menos malo. Pero cuando compra, la peña se explaya a gusto. La democracia política es un piadoso simulacro; la democracia del supermercado, por el contrario, es la verdadera radiografía del alma. Lo que votamos nos resigna; lo que compramos, nos consuela y nos retrata. No son las urnas el verdadero territorio de la libertad, son los coches, los yogures y los paquetes turísticos.

Yo apenas conduzco, apenas consumo lácteos y solo viajo a sitios en los que poder comprar cosas que se puedan beber (a Escocia y Valdevimbre, mayormente). A los bares, qué lugares, voy mucho y hay media docena de camareros que dependen de mi sueldo para ganarse el suyo. Pero no hay rebajas en los bares, ni regateo. Son la última reserva de los valores sólidos, por más que su negocio esté mayormente en los líquidos.

Lo sólido se ha quedado más antiguo que la reja del parque, lo que se lleva esta temporada es la insoportable levedad de las cosas: lo light, lo políticamente correcto, lo meapoquito, la cerveza sin alcohol, la leche desnatada y el cambiazo de Lenin por Zapatero. O sea, las rebajas. Zygmunt Bauman acuñó la etiqueta de «modernidad líquida» para definir el estado fluido de estos tiempos sin valores sólidos en los que la incertidumbre por el vértigo de los cambios debilita nuestra seguridad y nos mete el miedo en el cuerpo. La única estrategia para vivir en tiempos líquidos tal vez sea la de convertirse en agua como aconsejaba Bruce Lee. Cuando todo es líquido «Be water, my friend». O sea, sé incoloro, inodoro e insípido. O sea, no seas. Por si acaso.

La democracia política se calzó la carmañola y el gorro frigio y tomó La Bastilla; la del consumo se calzó las zapatillas de andar por casa y llenó el frigorífico. Compro, luego existo. Lo malo es que existir es un verbo intransitivo, no te lleva a ningún sitio, desde luego no te lleva sin más a vivir a gusto. Existir es vivir de rebajas. Yo paso de las rebajas, de las fajas, de las navajas y de todas esas zarandajas. No le veo las ventajas. Como Facundo Cabral, yo no vendo, yo no compro, yo no cambio, yo no estorbo, yo no presto, yo no escondo. Y por eso soy feliz. Es un decir.

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