La última ronda

H ay que hacer más esfuerzos, aunque nos flaqueen las fuerzas. En eso en estado absolutamente acordes el presidente Obama y el presidente en funciones Rajoy. Se llevan bastante bien, pero el primero lleva mucha prisa porque quiere compadecer a los policías asesinados por ser blancos y por ser policías. La visita relámpago no ha estado unida a ningún trueno, pero estuvo una hora con Mariano Rajoy y despachó en diez minutos a Sánchez, Iglesias y Ribera. Lo que le preocupa no es nuestro problema económico, sino su problema racial. Como el penúltimo campeón mundial de los pesos pesados él también puede decir: «Yo también fui negro: cuando era pobre». A los de su raza sólo le permitieron auparse sobre dos tarimas: la del jazz y la del ring, pero han crecido los disturbios y nuestro huésped se ha visto obligado a cortar su visita. Ha dicho que volverá cuando tenga tiempo.

Los dos desiguales mandatarios, ya que uno manda en medio mundo y el otro teme que le manden a tomar viento, están convencidos de que repetir las elecciones sería una insensatez. La última ronda debe ser la última de verdad si queremos que sea la buena. Lo que importa es formar un gobierno estable y no un tenguerengue, que es el término coloquial que mejor define el riesgo a desplomarse. Las encuestas aseguran que la mayoría de los españoles cree que el Partido Popular, a pesar de todos los pesares, que son muchos, debe formar gobierno. Lo que más teme la buena gente es que haya otros comicios y que la sigan mareando para no salir del mismo sitio. La victoria de Portugal en la Eurocopa, que a muchos nos hizo felices, nos ha devuelto el orgullo peninsular, o más exactamente, el de la península de la ínsula ibérica. Está demostrado que los milagros obedecen más a los cromos con retratos de los futbolistas que a las estampitas con santos más o menos demacrados. Deben ser los caprichos de la Providencia.