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Publicado por
Alfonso García
León

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Creo recordar que se entonaba hace tiempo una canción que iniciaba así la letra, recalcando después lo de qué dolor, qué dolor… El dolor, en este caso, lo padeció un soltero japonés, cuya situación supera también la realidad. Con creces. Nada que ver con el despiste etílico del hombre de veintisiete años condenado a dos meses de cárcel «por introducirse en una vivienda ajena, donde se quedó dormido, dado que estaba tan borracho, que sus facultades intelectivas se encontraban intensamente disminuidas». El acusado, de nacionalidad salvadoreña, se introdujo sobre las doce de la noche del 14 de enero de 2011 «en un piso de la calle Nalón de Sevilla aprovechando que la puerta se había quedado abierta».

El asunto tiene hasta cierta ternura, si no fuera por el susto que recibió el propietario al oír ronquidos extraños. No hubo más, ni siquiera alguna de las típicas vomitonas. Eso sí, al dueño le costó despertar a Marvin A. S., que no estaba en buenas condiciones para cualquier tipo de razonamiento. Otra cosa bien distinta, al menos en cuanto a tiempo de ocupación y otros detalles derivados, fue la que ocurrió en la localidad japonesa de Fukuoka, al oeste del país.

Un hombre soltero de cincuenta y siete años, cuya identidad no se ofrece en la noticia fechada el último día de mayo de 2008, venía observando durante un tiempo ya prudencial «la misteriosa desaparición de alimentos de su frigorífico». Pensó inicialmente que el asunto podría deberse a despistes propios o cierta dejadez propia de su estado. Durante unos días ejerció un control exhaustivo sobre entradas y salidas del frigorífico. Y no. Ni despistes ni dejadez. Sin preferencias especiales, las salidas irregulares fueron fácilmente constatadas.

El japonés, muy perspicaz él, «instaló una cámara de seguridad en su casa para averiguar el motivo de la desaparición de comida de su cocina. Al poco tiempo descubrió en las imágenes a una mujer que se paseaba por su domicilio cuando él estaba ausente». Personada la policía en la vivienda, «descubrimos a la mujer instalada en la parte superior de un armario, apenas lo suficientemente grande para albergar a una persona acostada, donde había instalado un colchón y varias botellas de agua». Un año entero, al parecer. Tatsuko Horikawa, de cincuenta y ocho años, no sabemos si soltera, explicó que no tenía dónde vivir. «Pero no crean, no he estado aquí durante todo el tiempo». La noticia no especifica dónde.

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