Peticiones al oyente

T odas las negociaciones se han vuelto una negación. Nadie le dice que sí a nadie y se anticipan todos a llevarle la contraria antes de oír sus propuestas. Es la mejor manera de no entenderse y sólo se aprende con la práctica. Por eso el presidente inútilmente electo, que dicen que no tiene nervios, está a punto de perderlos. Ha lanzado su desafío final: «Investidura ya o elecciones». Quiere ser presidente la primera quincena de agosto para aprobar los presupuestos y para actualizar las pensiones, que han perdido mucha actualidad. Los plazos siempre corren más que los calendarios y Su Majestad, que es la nuestra, ha convocado a los partidos la próxima semana. Debiera pasar a la historia con el nombre de Felipe VI el Paciente. Un día sí y otro también tiene que oír a un ambicioso mentecato que lo que desea es que le oiga más veces, aunque no tenga nada nuevo que decir. No es que nos apremie el tiempo, que siempre transcurre a la misma velocidad, es que nos apremian los números. «O investidura o elecciones». Esa es la cuestión, pero a muchos españoles les cuesta trabajo elegir entre esas dos cosas, ya que no tienen claro cuál será la peor. Hay que poner las cartas sobre la mesa, además de los pies, como hace esa gente que acude a las audiencias reales en mangas de camisa, como si esa indumentaria fuese imprescindible para cumplir su objetivo, que no es otro que ponerlo todo mangas y capirotes. Puestos a pedir, abundan las peticiones interpuestas y Albert Rivera ha dicho que va a pedirle al Rey que le pida Sánchez la abstención. Mientras , seis bravos exministros , seis piden un gobierno «cuanto antes» porque para luego será tarde y dentro de siete días será luego . Reclaman a los líderes todos los sacrificios, incluso los más personales, que son los más difíciles de sacrificar. Sin duda por eso se dejan siempre para última hora, cuando haya cundido el ejemplo de los pobres de verdad.