CUERPO A TIERRA
Diario de terrazas
La tensión entre ser y parecer, la verdad es que en León la tenemos muy bien resuelta: sentados en una de esas céntricas terrazas veraniegas no hay hijo de vecino que discierna entre un emprendedor y un trabajador por cuenta ajena, sobre todo en las zonas peatonales donde ya no es posible llegar con el cochazo hasta la misma puerta, con el techo descapotao y la música a toda mecha, como antes de la moneda única y nuestra europeización forzosa. Las zonas peatonales, en la práctica, han hecho más por la abolición de las diferencias de clase que las obras de Marx y Engels. Caminar por algunas de estas calles consagradas al paseo, a determinadas horas, ciertamente es bastante dificultoso, pues apenas queda un pasillo entre el espacio ocupado por el abundante mobiliario imprescindible para disfrutar de una cerveza o un helado, pero a cambio ofrecen el espejismo de una camaradería por encima de desigualdades, rentas y distancias. Lo que pierde el viandante, lo gana el ciudadano en ficción igualitaria y, también, el turista volandero, que se deja con alegría unos cuartos con la impresión de haber repostado en un paradisíaco oasis.
Cuanto más noreuropeos, menos comprenden y más les choca a los turistas esta vida que transcurre en la calle. ¡Si ellos supieran que durante casi todo el año los fríos la desaconsejan, cuando no la impiden! El visitante medio tiene una concepción global calurosa de España, de sur, medio africana, una visión sin contrastes en la que todo aparece bajo el rasero de un clima benigno. Nosotros mismos, los locales, a veces parecemos caer en el mismo error, por ejemplo cuando tratamos de prolongar, hasta bien metido el otoño, las delicias del bar en plena vía pública. Porque el tiempo de las terrazas, que aquí es el verano, cuando viene bueno, es una época de inigualable libertad y liberalidad que se añora y se desea durante todo el año.
Quizá por eso, todo cuanto ocurre de interés en la ciudad demediada por los calores, volcada con fe hacia el pueblo o la playa, acontece en las terrazas. El fotoperiodismo local tiene en ellas un amplio campo por explorar, que podría encontrar su hueco en los suplementos de Verano con que nos refresca durante la canícula: crónicas peatonales, un diario de terrazas, el noticiero de la vida en la calle.