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LA VELETA ANTONIO PAPELL
León

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E n épocas turbulentas, de cambio de modelo y de modificación de los grandes equilibrios políticos, los partidos se encuentran con oportunidades irrevocables que no pueden rechazar porque se lo juegan todo en ellas. Así por ejemplo, tras las elecciones generales del 20-D, primeras en las que el viejo bipartidismo dio paso al actual esquema cuatripartito, Podemos tuvo la gran oportunidad de consolidar el gran cambio sumándose a la propuesta moderada que habían realizado el PSOE y C’s, pero después de un forcejeo interno declinó la oportunidad.

Tras el 20-D, Ciudadanos asimiló en cambio con inteligencia y sentido de la oportunidad la ocasión histórica que se le brindaba y aceptó sin remilgos la invitación del PSOE de tramar un pacto de gobierno, que fue el primero de aquella índole en toda la etapa democrática que arrancó con la Constitución de 1978. La negativa de Pablo Iglesias a secundar aquella razonable propuesta de centro-izquierda, que llegaba al limite de lo tolerable por Bruselas y por la coyuntura española, frustró el empeño. Pero ahora Ciudadanos está siendo objeto de otra reclamación, a la que tampoco puede negarse.

En efecto, las elecciones del 26 de junio arrojaron una clara victoria del centro-derecha, hasta los 182 diputados, si bien 13 de ellos son de partidos nacionalistas, con la particularidad de que el PP recibió un importante espaldarazo con relación a diciembre: un ascenso de más de cuatro puntos y 13 escaños, en tanto el PSOE perdía cinco escaños y C’s ocho. En estas condiciones, los 169 escaños que suman PP y C’s pueden calificarse objetivamente de «mayoría suficiente» para gobernar, por más que la investidura requiera un gesto ocasional del PSOE en forma de abstención. Esta evidencia es comprometedora para Ciudadanos porque la alianza hipotética suscita una paradoja: C’s existe porque un sector del electorado del PP decidió desertar de una formación política que gestionó la consolidación fiscal sin sensibilidad social alguna y que se consume en corrupciones sin precedentes que afectan a prácticamente toda la organización. Por ello precisamente las condiciones que C’s debería imponer al PP para pactar con él habrían de ser extraordinariamente duras. Pero la negativa al pacto, que no se justificaría alegando el rechazo del PSOE a colaborar en la gobernabilidad y que provocaría nuevas elecciones, podría suponer la desaparición de C’s. Sin paliativos ni segundas oportunidades.

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