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León

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Consejos de cabecera en el tutorial de supervivencia para un verano sin sobresaltos en León: no acercarse a un caballo por detrás; a una cabra ni a un toro por delante; a un mediocre por ningún lado. Esa abundancia sobrevenida de curiosos que trae la confluencia de julio y agosto, ese fenómeno del veraneante indagador sorprendido por el entorno en régimen de semi libertad que nada tiene que ver con los arneses que crea la vida ajetreada del cinturón industrial del centro peninsular y otras capitales segundonas, arrastra a veces a consecuencias lamentables. Para las embestidas de carneros y otros rumiantes, o el matasellos del casco trasero de un equino percherón, hay soluciones eficaces tras la puerta de urgencias, saturadas (más) en esta época estival por ese gen descontrolado que habita el alma humana, atrevida e ignorante, que comienza casi siempre tras el retador a que no hay huevos, que devuelve a la gente a los principios del movimiento del Cuaternario. León es único porque permite soluciones imposibles en lugares donde la estructura poblacional está en las antípodas de esa cara de pirámide invertida que se le queda a la provincia cada vez que se actualiza el INE. De ahí los farolillos y destellos refractantes por carreteras remotas en la hora del crepúsculo, en una ruta del colesterol inverosímil en la Ronda del Dalt, de esa Barcelona próspera y rica que nos da de comer a todos, o por los arcenes de la Bilbao-Behovia; para esas marchas, cada vez más nocturnas desde que la hora de la puesta del sol se contrae para adelantar que lo de agosto van a ser dos días, se recomienda circular en hilera, o a la par, como mucho, porque las sendas leonesas suelen ir justas de holgura, también las del asfalto. Otro episodio de éxito del verano leonés está a la sombra, donde paisanos y forasteros se asoman como jubilados a la valla de las obras; imposible estampa en la arteria más urbana y extensa de todas las radiales de la ciudad: ay, del peregrino que se atreva después del mediodía con Gran Vía de San Marcos sin un sombrero que llevarse a la cabeza. La poda estival causa estragos en la acera. Alicientes del bochorno para León, tan retraído como eje industrial y avanzado para las nuevas tendencias sociales. Décadas antes de que se asaltaran cuarteles y palacios en busca de los poquemos, aquí ya se dedicaban veranos enteros a cazar gamusinos.