Increíble... o no
R esultaría increíble, aunque demasiado creíble, que los encuentros previstos para esta semana entre Rajoy y Pedro Sánchez y entre Rajoy y Albert Rivera no diesen el más mínimo fruto. Si ellos, la banda de los cuatro , están comprobando que sus estrategias y tácticas no están funcionando, ¿cómo es posible que, en aras del interés de la patria, no las cambien? ¿Qué impide, excepto la tozudez y el sostenella y no enmendalla, a Albert Rivera, que no está tan constreñido por comités federales y demás como Pedro Sánchez, el variar de rumbo y anunciar que sí, que apoyará no a Rajoy, sino a la mayoría en el Parlamento, a cambio de severas condiciones reformistas, que puedan pasar por un relevo del propio Rajoy a medio plazo, cuando el PP celebre su congreso? ¿Qué impide a Rajoy, si no es su idiosincrasia elefantiásica, llegar a sus interlocutores con ofertas que, a la luz de la consideración de la opinión pública, no puedan rechazar, prometiendo formalmente someterse al tormento de la investidura e incluyendo su propia marcha a medio plazo, aprovechando el mentado congreso del PP, ya tan aplazado?
De lo de Pedro Sánchez y el PSOE ya casi no hablo, porque el batiburrillo que le ata de manos y pies, comenzando por él mismo y siguiendo por algunos barones y baronías, es tan considerable que no hay quien lo entienda: algo tiene que ocurrir, urgentemente, en el segundo partido de España, porque es vital que el PSOE se comprometa en la gobenabilidad e impulse también este período reformista. Y, finalmente, Pablo Iglesias y Podemos no cuentan, no deben contar, en este juego de ajedrez del poder sino como fuerza crítica, que aglutine el descontento que con tanta eficacia están sembrando los otros tres.
Rajoy ha estado preparando a su oferta a Sánchez y Rivera; eso quisiera pensar, al menos. Ya estamos comprobando los resultados, que no pueden ser peores. Para justificarse les vale todo, desde los riesgos para la pervivencia del partido si dan un viraje en lo hasta ahora mantenido, hasta los deseos, nunca consultados en un congreso, de la militancia; pasando por los juicios contra la corrupción que llegarán este otoño. Todo es importante a la hora de las excusas: las hemerotecas, las encuestas, el presunto mandato de los electores (que ellos interpretan a su gusto), el apelar a los sacrosantos principios, las dos Españas, la izquierda, la derecha, el centro... Todo, con tal de no dar su brazo a torcer. Y a los españoles, aunque sea en la playa, que nos den.