¡Votaremos en noviembre!
C omo es bien sabido los jefes nunca descansan, ni toman vacaciones, sino que piensan en nuestro bien y por ello durante horas y horas reflexionan.
Nuestros jefes políticos se han pasado todo el fin de semana y parte del puente festivo que hemos vivido reflexionando con mucha profundidad sobre nuestro beneficio, o sea, que están de vacaciones, que es algo que sólo se puede permitir el 42% de la población.
A mí me llena de satisfacción que nuestros jefes formen parte de ese privilegiado grupo, porque no quiero ni pensar lo que sería de nosotros si no tuvieran unos días para pensar en cuál es el mejor camino hacia avanzar hacia nuestra felicidad.
No obstante, Pedro Sánchez, que ha sustituido «la letra con sangre entra» por «el gobierno con más urnas es más tierno», está empeñado en hacernos unos demócratas de provecho que no vayan a votar y se desentiendan de sus deberes cuatro años, sino que lo hagamos más a menudo.
Si los planes de Sánchez no fallan —y no hay razones para pensar a día de hoy lo contrario— volveremos a votar el 27 de noviembre, día de San Acacio, mártir.
Como saben los de letras de mi generación Acacio significa «sin malicia», y este inocente era centurión de Roma, pero tuvo la ocurrencia de hacerse cristiano en tiempos de Diocleciano, que veía un cristiano y le entraba una descarga de adrenalina semejante a la que le le debe ocurrir a Cañamero cuando se encuentra con un empresario al que le van bien las cosas y gana dinero.
El centurión Acacio fue torturado y, luego lo cortaron la cabeza, con lo que la Iglesia lo convirtió en patrón de los soldados y protector contra los dolores de cabeza, aunque mantengo en ese aspecto cierta discrepancia, porque también tenía bastante méritos en ese campo María Antonieta, después de lo acontecido durante la Revolución Francesa a finales del siglo XVII en la capital gala.
Menos mal que, antes de San Acacio, hay en octubre un largo puente del Pilar, con lo que podrán irse a descansar nuestros jefes para intentar idear de nuevo cómo se busca mejor la felicidad. Descansar... perdón, a pensar.