Diario de León
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EL BAILE DEL AHORCADO. CRISTINA FANJUL
León

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El sábado se publicaba en el periódico una carta de Rosario Barrientos en la que precisaba que la primera leonesa en ingresar en la facultad de Medicina había sido Justina González. Lo hacía al hilo de un reportaje publicado por mí acerca de Pilar Viñuela, en el que de manera equivocada afirmaba que este puesto le correspondía a ella. Pido disculpas a los lectores por el error y agradezco a la señora Barrientos que me sacara de él. Siempre es gratificante saber que hay lectores tan atentos y formados. Rosario Barrientos tuvo la deferencia de revelar que Pilar Viñuela era mi abuela, un dato que yo había decidido obviar en la información. No lo hice por pudor y mucho menos por un afán de encubrimiento. No. Lo hice porque quería que ese reportaje pusiera en valor la vida de una mujer cuyo mérito siempre se vio ensombrecido por la figura de su marido, Manuel Fanjul Santullano. No pasa nada, Rosario. En realidad, al subrayar mi vínculo familiar me da la opción de contar algunas cosas de las que, por falta de espacio, tuve que prescindir en el reportaje. La vida de mi abuela es la vida de millones de mujeres. Pero el escenario bélico lo cambió todo. Por eso Pilar Viñuela fue una pionera. Los números importan bien poco: primera, segunda, 1915, 1945...

Cuando encarcelaron a mi abuelo al inicio de la guerra, ella se hizo cargo de sus pacientes. Entre otras cosas, atendió a los soldados del regimiento de Burgos cuyos rostros destrozaba la metralla. Les recibía de manera gratuita para salvar la vida de su marido, que se enfrentaba a un consejo de guerra por su militancia republicana. Estoy segura de que lo habría hecho de todas maneras. No era mujer de bandos. Tanto es así que acogía y curaba en su consulta a los maquis. Llegaban y dejaban las pistolas y las granadas junto al sillón de dentista. Siempre lo hizo por humanidad y a pesar de su filiación monárquica. Por eso, Rosario, el detalle de que a mi abuela la invitaran a la boda de don Juan es importante. No lo publiqué por petulancia ni presunción. Siempre he defendido que la familia no nos da ni nos quita nada. La mayoría tiene que sobrevivir a ella, para bien, o para mal. En eso consiste la vida, en demostrar que somos únicos. Doy, de corazón, la enhorabuena a Justina González. Estoy segura de que fue una gran mujer y sólo siento no haber sabido antes de ella. La resarciré.

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