El próximo paso
L os más largos caminos empiezan echando un pie detrás de otro, pero ahora hay una cierta repulsión a seguir las huellas, ya que las pisadas apestan.
Entendemos el deber como algo que deben cumplir los otros. Los líderes regionales del PSOE piden un debate interno, pero los que mandan en ellos no se conforman con que sea mediopensionista y los que no están de acuerdo con el equipo directivo que lidera Pedro Sánchez en la planta noble de la sede de Ferraz, que sin duda merecerá un renglón y medio en la más que respetable historia del socialismo español, piden ya un debate interno.
Insisten en que no debe de ser mediopensionista y abundan los dirigentes críticos. Nunca Espartaco ha tenido tantos desertores.
Los que creían que su mundo era un lugar manifiestamente mejorable ya están en el otro mundo y los que habitan en este prefieren organizar comités federales para evitar lo que ellos han contribuido a que llegue, que son las nuevas elecciones.
El comité federal, que es el máximo órgano del partido, tiene que volver a reunirse, si es verdad que no desea unas terceras elecciones, después de las dos generales y que las hagan soldados sin graduación.
Han olvidado nuestros políticos que siempre que se acaricia un círculo se vuelve vicioso. Tampoco recuerdan que España sigue siendo un país hispanoamericano, desde antes de la conquista de América, cuando los dioses tenían la manía de nacer en Extremadura.
El gran Pablo Neruda me explicaba que aquellos hombres, a los que llamaba «mayorales porcinos», se lo llevaron todo, pero que en realidad les dejaron todo.
Creía en el idioma, que era su patria, pero veía el mundo como una unánime nación. ¡Qué trabajo nos está costando entender el federalismo! No nos entra en la cabeza refractaria, ni en el duro corazón.
Lo que nos gusta son las «tomatinas», quizá porque tienen color de sangre que ya ha sido derramada y de manera abundante. Borges, que no era precisamente un revolucionario, definió a España como la del «inútil coraje». En eso seguimos. Paso a paso.