Diario de León
Publicado por
RÍO ARRIBA MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Q uiero votar en Navidad, y no porque las últimas fiestas del año sean un estímulo para la melancolía y la indigestión, o una extraña repetición de pesadillas familiares, sino porque, estando censado en el municipio babiano de Cabrillanes, tengo todos los boletos para que me citen a la mesa electoral. Así que me estoy imaginando allí, bajo una nevada para niños (es decir, copiosa, boreal, incesante), borrando con el puño el vaho de las ventanas, intentando reconocer entre los copos zigzagueantes a alguno de los heroicos babianos que se atreven a cruzar en ese instante la carretera. Se abate sobre la tierra, como digo, una tempestad de otros tiempos, con trapos que no encuentran sitio donde derretirse y a mi alrededor el resto de los miembros de la mesa, incluyendo a los apoderados y un sargento bigotudo de la Guardia Civil, improvisan una pequeña lumbre con las papeletas, discutiendo exultantes cuáles arderán mejor. Alguien ha traído turrón y polvorones, y cuando vemos entrar a un elector cubierto de nieve –como recién salido de un bosque milenario- nos aprestamos a socorrerle, siéntese usted aquí, no se inquiete, tenemos todo el día, quítese esos zapatos mojados, por Dios, tenía que haber calzado las madreñas, espere un momento que el presidente, que una vez al mes va a Camponaraya, ha comprado una botella de orujo. Nos ponemos a conversar serenamente, aunque sea temprano parece la sesión del calecho y quien más y quien menos, mientras se frota las manos y se echa al coleto una copita, evoca algún relato de amores o de juventud. También, tristemente, se hace referencia a ese hermoso mural que Sierra pintase con niños babianos en la antigua escuela de Pidrafita, que algún mentecato insensible ha decidido borrar como a otros, en el pasado, les dio por quemar libros. Pero la tarde se nos echa encima y por el Ayuntamiento, a esas alturas inaccesible, apenas han pasado cuatro valientes, uno de los cuales, por cierto, ha traído una baraja con la que jugamos un tute de los de «arrastro y entregaivos», que no tenéis nada que hacer. Y mientras nos envuelve la penumbra malva de las últimas horas, cuando Babia se parece a un sueño de gigantes con fiebre, a mí me da por pensar en fantasmas memorables, como el de Don Zacarías, célebre y socarrón médico babiano que en sus largas partidas crepusculares, con el celta en la boca, daba a los parroquianos que le preguntaban por la causa de su tos una respuesta que bien podría servir para entender por qué estos políticos nos tocan tanto los huevos: «Todo eso es por fumar, por beber… por el relente de la noche». Va a ser que lo de obligarnos a votar, miren ustedes, es cosa de colgados, bebedores y noctámbulos irredentos.

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