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Publicado por
José María Prieto Serra escritor y experto en márketing
León

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H aciendo referencia a una frase publicada por el maestro Arturo Pérez Reverte, quien dice que se podría atravesar España yendo de gilipollas en gilipollas, no me resisto a romper una lanza en su favor, (de Arturo Pérez Reverte) para ver si, entre todos, empujamos un poquito más y ponemos a cada uno en su sitio. ¡Anda que no es difícil eso!

Si tuviéramos que definir con una sola palabra, ¿cuál es la que mejor cuadraría para nuestros políticos? Sin ninguna duda, en mi opinión la palabra es «mediocridad».

¿Cómo podríamos decirlo para que la gente se enterara de una santa vez? Tenemos unos políticos muy, muy, muy, muy mediocres.

Cualquiera de ellos, cualquiera, y de cualquier partido, no soportaría la responsabilidad que supone estar en una empresa cualquiera en un puesto donde se toman decisiones. Sencillamente sería la ruina.

Lo digo a juzgar por el comportamiento que tienen nuestros políticos en cuanto una cosa se pone un poco difícil y hay que emplear el talento para salir y arreglar esa situación. Es inútil, sería imposible.

Pero, ¿entonces? ¿Qué pasa por la cabeza de esos políticos que piensan que son la panacea para arreglar cualquier problema y no son capaces de ponerse de acuerdo, entre ellos, para intentar un consenso de algo que ataña a todo el país? Nadie se lo explica pero el tema está ahí.

Diferente sería si cualquiera de ellos tuviera que resolver un problema que afectara a su familia. Entonces la solución surgiría rápida. ¿Y que quiere decir eso?

Sencillamente que piensan más, mucho más, en ellos que en nosotros. ¿Y nosotros qué? Pues más de lo mismo.

Vemos en la uno los discursos o ya no se como llamar a esa sucesión de palabras donde todo el mundo tienen la solución pero nadie dice, «aquí estoy yo».

Bueno, nadie no. Declaro aquí mi reconocimiento a Albert Rivera que, en mi opinión, fue el único que puso de verdad las cosas en su sitio, y los otros, ya me entienden, estaban mirando hacia abajo.

Su intervención tuvo sentido común, sentido de estado, sentido de poner las cosas claras, sentido de llamar a las cosas por su nombre, ¿tan difícil es eso?

Todo ello lo manejó Albert Rivera divinamente, o sea que le entendió todo el mundo. Ah!, y tuvo la educación (palabra mágica tan difícil encontrar en los otros, ya me entienden), tuvo la educación de pedir perdón a los españoles por lo que nos estaban, los políticos haciendo pasar, haciendo sufrir, con este periodo interminable de conversaciones y reuniones para intentar lograr un gobierno. No son capaces y Albert Rivera, pide perdón. Olé. Les ha pillado al resto con el paso cambiado.

Pero como somos un país de criticones, ya han empezado algunas voces a decir que el diputado Albert Rivera es demasiado joven y que no tiene experiencia. ¡Qué cobardes somos los españoles! ¡Qué poco nos gusta arriesgar salvo cuando todo está claramente ganado!

Así arriesga cualquiera. O sea que Albert Rivera no tiene experiencia.

¿Me puede decir alguien qué experiencia tenía Ronald Regan cuando optaba a la presidencia, nada menos que de los Estados Unidos de América? Ah, que no se atreve nadie a decírmelo. Lo sabía.

Son unos cobardes de la pradera. Cuando hay que arriesgar todo el mundo, aquí, se arruga. Y así no vamos a ninguna parte. Pues, como todo el mundo sabe, Ronald Regan fue presidente del primer país del mundo. Hablamos de la primera economía mundial. Y no tenía experiencia, ¿sabes?

Pero así somos nosotros. Y esto tendrá el final que merezcamos. Nos falta mucho por aprender. Recuerdo una frase que sentenció el profesor Antonio Gala en los años 80 o así sobre nuestro país.

La frase decía «…que se puede esperar de un país, que el matrimonio que mejor se lleva es homosexual, la mujer más guapa de España es un hombre, la portavoz del gobierno es tartamuda y el presidente de un canal de televisión es ciego».

Pues eso vivimos en España hace treinta años. Ahora se podría decir algo similar salvando las distancias, «que se puede esperar de un parlamento donde, entre los diputados, puede verse, camisas por fuera del pantalón, camisas por dentro, pero de americanas nada de nada, deportivas que no zapatos, bebe en brazos de la madre, besos entre dos diputados varones. Pero, por favor, donde vamos. ¿Estamos de feria? Lo parece.

Y después de haber visto ese espectáculo, estamos a un suspiro de ir a votar, por tercera vez, el día de Navidad. ¡Feliz Navidad! Yo, la verdad no lo entiendo. Y a todo esto, los señores diputados que están tratando lo que ya no hay quien trate, siguen cobrando su sueldo.

¿Qué hubiera ocurrido si los diputados hubieran sido advertidos que, mientras no llegasen a un acuerdo, no volverían a cobrar?

Sencillamente, tendríamos gobierno desde hace meses. ¡Qué putada!

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