Dinosaurio para desayunar
D ice la leyenda que fue San Froilán quien consiguió que el lobo olvidara el miedo al hombre. Lo hace a través de una fábula que termina con un felices para siempre en versión franciscana. Prefiero el cuento de Monterroso, ya saben, Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. El lobo nunca se separó del lado de San Froilán y, aunque durmiéramos mil años, el saurio seguiría cantándonos las mañanitas al despertar. Es el bucle de la humanidad. Los hay que quieren pensar que esto es un camino en linea recta y que la eventualidad histórica nos espera al final de las baldosas amarillas. Abandonen toda esperanza. Vivimos instalados en la escalera de Penrose y los lobos o los dinosaurios —El PRI no fue un partido, es la distopía en la que vive México, incapaz de salir del laberinto de la soledad— velan nuestros sueños.
Así que, al final de la resaca, hemos vuelto al punto de partida y, sí, el dinosaurio sigue ahí, aunque los Luena, Tudanca o los mellizos López pensaran que quemando la almohada de sus sueños podrían despertar a una nueva realidad. No, el dinosaurio siempre seguirá ahí, para todos. Y parece que se trata de la única forma que tiene el país de ponerse en marcha, de no desandar su historia. Puede que para que no nos convirtamos en estatuas de sal tengamos que mirar la hoguera de lo que pudimos llegar a ser.
Ni final de la historia ni final de la utopía. España se ha convertido en un no lugar, uno de esos sitios de transición con pobladores encarcelados en un espacio de eterna incomunicación. La pregunta que surge entonces es ¿Hacia dónde nos movemos? ¿cuál es nuestro destino? Porque todo recuerda demasiado al personaje de la película de Spielberg, La Terminal, y somos como aquel turista atrapado en una esquina del aeropuerto, sin pasaporte de futuro y sin sitio al que regresar.
Se despertó Sánchez y el dinosaurio seguía allí aunque él, en su inocencia, pensara que el pasado era solo eso, pasado. Ahora, al final de este camino hacia ninguna parte, la única manera que tiene el PSOE de borrar su noche más oscura es acogerse a la oportunidad de no regresar del pasado, de que el tiempo incontable de la eternidad siga sin terminar.