Grave distorsión en las prioridades
Un tertuliano de una de las cadenas estatales de radio pedía ayer disculpas por introducir en el debate matutino la cuestión catalana —nada menos que la declaración en sede parlamentaria del presidente de la Generalitat en que aseguraba que organizará un referéndum ilegal de autodeterminación el año que viene en Cataluña— a pesar de que, evidentemente, el asunto verdaderamente importante, el que requeriría todos los esfuerzos hermenéuticos de los analistas, era y es la crisis del PSOE. La crisis del partido es gravísima, ciertamente, pero no en sí misma —incluso a sus votantes les importa relativamente poco quiénes están al frente de la organización— sino porque es síntoma de carencias políticas inquietantes. Y en todo caso, parece fuera de toda duda que la cuestión catalana, que amenaza la integridad territorial del Estado y abre una gran fractura afectiva y social, trasciende las querellas coyunturales y es por definición el más grave problema existencial que tenemos. En esta distorsión conceptual se cifra hoy el problema de España, que por lo que se ve no es ni siquiera aceptado como tal por quienes tendrían que resolverlo. Esto sí es desolador.