El huevo o la gallina
A la provincia de León le sobran tantos potenciales de desarrollo y negocio como le faltan compromisos reales, inversiones comprometidas y apuestas sin discursos de tiras bordadas. No digo que sea fácil, pero faltan verdades como puños, análisis capaces de ponerse una vez colorados y no ciento verdes de envidia refunfuñona. He ahí el caso del turismo rural, con tanto potencial como deberes por hacer.
León es la octava provincia del país con mayor afluencia de viajeros rurales. Sin embargo, en un mes de agosto pletórico como el recién pasado registró índices de ocupación inferiores al 40% entre semana y de menos de la mitad de las plazas disponibles en fines de semana (INE dixit). Y se prepara para el frío de otro invierno con índices de ocupación del 10% mensual. Un panorama que aborta cualquier intento de crear una red de empresarios reales y comprometidos con el sector.
La cuestión es si nos hemos preguntado qué falla. León cuenta con todos los atractivos del turismo de interior: naturaleza, patrimonio, gastronomía, cultura, Camino de Santiago, enología, Picos de Europa,.... Tiene promoción (el propio sector reconoce la mejora en los últimos meses) y plataformas privadas de oferta conjunta.
Quizá falla el modelo de negocio. El turista deseoso de descubrir el León rural (de mediana edad, que contrata por Internet, deseoso de experiencias bien identificadas), se estrella con una oferta plagada de casas de alquiler completo con una media de 13 plazas. Hay contados hoteles rurales de nivel y mucha casa lejos del interés del cliente tipo: la pareja o la pequeña familia que quiere habitación, alimento y atención.
Puede ser que la oferta se ajuste poco a la demanda. ¿Qué cliente queremos? Y ¿qué empresario? Qué modelo de negocio. El potencial, solo, no va a ninguna parte.
El sector es en León un totum revolutum en el que quieren mezclarse propuestas de muy distinta cualidad y calidad. Ahí está mi casa del pueblo frente a la tentadora oferta de lugares cercanos, con su espiral de propuestas inspiradoras, sorprendentes y muy apetecibles. Turismo rural es un concepto demasiado vago, pero su perfil de clientes tiene exigencias bien definidas. Sólo ajustándose a ellas podrá empezarse a hablar, con seriedad, de lo que tenemos y lo que nos falta.