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en blanco javier tomé
León

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C on el noble propósito de recuperar la fisonomía de los antiguos usos y costumbres leonesas, la Asociación Cultural García I ha logrado poner en valor la castiza romería de La Melonera, una exaltación colectiva impregnada por los tintes evocadores de muy lejanos tiempos. En un ambiente sano y amigable, nuestros abuelos se ponían guapos para asistir a un festejo de mucho postín, que aunaba el sentir popular de todo un pueblo. Pese a los datos que fijan en 1920 la fecha en que dejó de celebrarse aquel preciado signo de identidad que consagra la magia de lo cotidiano, yo tengo documentado que al menos hasta el año 1929 La Melonera llenó de risas y alborozo los terrenos del Parque, por entonces ya muy deteriorados, lo que pudo ser el motivo principal de que la romería se archivase en el baúl de los recuerdos. Coincidiendo con la festividad por el nacimiento de la Santísima Virgen, a medio día los comercios echaban el cierre y una muchedumbre ansiosa desfilaba por la Corredera en dirección al Parque.

Más o menos por donde estuvo el fielato se instalaban los puestos de melones y sandías, un alimento cuyas virtudes pregonaban los vendedores con la siguiente cantinela: «Quien por poco dinero come, bebe y se lava la cara». En un universo de olores, colores y sabores, docenas de familias y grupos de amigos se distribuían a placer por la extensa planicie ribereña, sombreada gracias a las hileras de altísimos y majestuosos chopos. Una vez degustada la sabrosa merienda, la gente moza jugaba al corro, entonaba las canciones de toda la vida o bailaba a los sones de la banda del Grajo, compuesta por Santos el silletero, Manolín el barbero, el cantante Matías y el célebre Cachaza, un maestro a la hora de soltar una ristra de chistes y picardías que todos reían de buena gana. Por desgracia, la implacable trituradora del tiempo acabó con los chopos del Parque, al igual que con la romería rebosante de esparcimiento y alegría. Así hasta que la Asociación García I ha tomado cartas en el asunto para resucitar una fiesta que simboliza la historia y el ser y sentir de la vecindad.

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